Liberalización por cuenta ajena

Leer en La Opinión A Coruña (25-2-2022)

Llegará el día en que para tomarnos un café o una cerveza en un bar tengamos que mirar primero alguna aplicación del móvil para saber a qué precio nos tocará pagarlos. Y, seguramente, será justo en las franjas horarias en las que más nos apetezcan (el café a primera hora y en la sobremesa; una caña bien fresquita al salir de trabajar o el sábado al caer la tarde) cuando los precios se pongan por las nubes. Se dará, además, la arbitraria situación de que, en un mismo establecimiento y al mismo tiempo, habrá quien pague por su consumición el doble que el cliente de la mesa de al lado, e incluso que, en caso de llegar tarde a una cita, tu cerveza ya no cueste lo mismo que la de tu acompañante (¡a ver quién se estira a pagar una ronda en estas circunstancias!). Y nos parecerá normal. Y nos remitiremos con bovina sumisión a la archifamosa cantinela de la oferta y la demanda, como si se tratase de una ley natural tan inevitable para la humanidad como la mismísima Gravitación Universal. En cuestiones de salud, ya estaremos advertidos de que lo más conveniente y responsable será adelantarnos a los problemas y reservar con años de antelación las horas de quirófano que vayamos a necesitar en el futuro, porque, oiga, los precios serán otros llegado el momento (y el momento siempre llega). Y es que todo el mundo sabe que comprando bienes y servicios con tiempo suficiente, la vida sale mucho más barata, ¿no es fantástico? Además, ¿qué me dicen de la gozosa sensación de solvencia que se te queda al saber que tu billete de tren o de avión ha costado la mitad que el de la mayoría de los viajeros que te acompañan? ¡Incluso puedes publicarlo en tus redes sociales y presumir de espabilado! ¡Consumir no solo te libera, te hace más listo!

Nos hemos convertido en Seres de Consumo. Ya no tenemos otra expectativa en la vida, ni siquiera en la más tierna infancia; el Ser de Consumo toma conciencia de sí mismo en cuanto le plantan el móvil entre las manos, es decir, a los dos o tres años de edad. A partir de ahí, empieza a construir su yo consumidor alrededor de las capacidades económicas de su entorno y de su propio umbral de frustración. 

La volubilidad del precio de las cañas está por llegar. Mientras tanto, seguimos asistiendo idiotizados a la liberalización malsana del precio de alquileres, hotelería, transportes, luz… ¿Qué será lo siguiente? La comida, supongo, el agua, la sanidad…  al mercado le encanta jugar con los bienes de primera necesidad, ahí es donde está el verdadero negocio.

Visto el panorama, a mí se me ocurrió decirle a mi jefa que hoy mis servicios iban a costarle a la empresa el doble que ayer, y que quizá mañana el precio seguiría al alza (tengo que pagar la inasumible factura de la luz). Por suerte, todas mis cosas han cabido en una sola caja de cartón. Me ofrecieron otra, pero me la querían cobrar, por eso del consumo responsable, según me dijeron en Personal.

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