La vida, una banda sonora
Leer en Nueva Tribuna (13-4-2018)

Recuerdos con banda sonora. Eso es lo que pensé este verano en O Grove cuando volví a ver a Los Enemigos en concierto y de nuevo hace unos días en el Garufa club, donde Josele Santiago vino a presentar Transilvania, su último disco en solitario. Llevaba muchos años sin escucharlos. Los Enemigos se habían separado en 2002 y, a pesar de su reencuentro en 2012, yo parecía estar ya en otra cosa. Mis gustos musicales se habían ampliado mucho y el rock que tanta presencia había tenido en mi juventud había dejado paso a otros géneros y estilos. Tener a ese grupo mítico de nuevo delante de mí, su sola presencia en el escenario, constituyó una suerte de flashback maravilloso. La música es una máquina del tiempo. Tenía veinte años y sus letras no eran un himno sino una suerte de tratado filosófico, “Me alegra que puedas trabajar y sepas hacia donde vas, muy bien chaval… pero a mí me sabe tan mal. Yo no quiero ser feliz”, un canto a la lucidez, “Debes ganar y pisar fuerte, hay que impresionar. Vas a flipar, tendrás que ser mejor que los demás…”
Tantos años después Josele sigue transmitiendo todo ese descreimiento, el desencanto que tantas veces resbala por los márgenes de la vida, “Prestao el nombre, prestao el pan…” para la comodidad de muchos. Verlo de nuevo, plantado delante de mí con su guitarra, hidratándose ahora con una botella de agua mineral, me trajo de golpe aquel tiempo, aquel Fernando de entonces, tan distinto y tan el mismo. Y a seguir.
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