En el taller
Leer en Nueva Tribuna (6-12-2017)

Al final del día, diez personas se reúnen en torno a una mesa y comparten sus escritos. El médico y la jueza, la profesora y la informática, la banquera y el policía. Y durante unas horas todos son únicamente lectores y escritores, absortos en sus ficciones, en sus labores imaginarias. Los veo llegar ilusionados, felices de poder dedicar dos horas a charlar sobre libros, a debatir sobre la necesidad de transformación del personaje a través de la obra, de la conveniencia o no de trazar un mapa que les guíe a lo largo de su relato o novela en ciernes. Hay quienes se sorprenden cuando les digo que no se lo piensen tanto, que escriban, que se lancen al camino y brujuleen en busca de su voz, de su historia, de sí mismos, porque ese es el verdadero secreto de la literatura: estar en lo que escribes. Y no lo digo yo; escribió Canetti: “Habla de las cosas personales, sin vergüenza, es lo único que importa. Las cosas generales ya están en los periódicos”.
En el taller no aprendemos a escribir, esa es una tarea personal e interminable, porque nunca deja uno de aprender a medida que lee y escribe.
En el taller, la ficción nos vuelve más reales, despojados de los disfraces del día.
En el taller nos acompañamos en nuestro desconcierto, porque escribir es esa Tierra desacostumbrada a la que uno se enfrenta siempre en cada folio en blanco.
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