Viaje de novela
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Con Ignacio Sanz en Intempestivos (diciembre de 2016) |
Los viajes, los pequeños, los viajes casi
domésticos, peninsulares, que uno hace en tren o autobús, que duran el tiempo
de leer una novela. Los viajes solitarios, casi laborables, quizá de un fugaz
fin de semana. Los viajes de regreso a lugares muy queridos, no por turismo ni
por obligaciones o rutinas vacacionales. Los viajes sentimentales, casi
místicos que escarban en nuestro rocoso día a día para remover tantas cosas,
tantos pasados que uno ha ido enterrando casi con descuido, abrumado por la
velocidad de crucero que la vida va imponiendo, año tras año. Tantas vidas en
una sola, tantos viajes en este único trayecto sin regreso.
Pocas cosas tan literarias como uno de
estos viajes. Pocos personajes tan hipnóticos como uno de esos viajeros
recortado contra el paisaje veloz de la ventana del tren, concentrado en la
lectura, tan atractivo en su soledad nutritiva de novelas y cafés y futuros
encuentros o huidas liberadoras.
¡He leído tanto en los trenes! Uno casi se
siente un personaje de novela, expectante por descubrir los vericuetos de la
trama que lo aguarda. Como el protagonista de una novela, uno se transforma
durante el viaje y nunca es el mismo cuando el tren, al fin, alcanza su destino.
Preparo mi viaje ya próximo con la única
obsesión de acertar con el libro que habré de leerme durante esas seis plácidas
horas. Seguramente, debido al estado de duda permanente en el que vivo, acabaré
llevándome dos o tres y esperaré a que el tren se ponga en marcha para
decidirme.
Regreso en este viaje mío a una ciudad de
novela, hecha, por tanto, de memoria y de tiempo. Regreso solo por primera vez,
por eso me parece tan especial. Regreso en tren y no en coche, como tantas
veces antes. Vuelvo como cuando era un estudiante, con la misma emoción de
entonces, pero cargado ahora de toda la melancolía que destila el tiempo
transcurrido. Soñaba entonces, aquel estudiante, aquel lector incurable, con
escribir. Y regreso hoy con mi tercera novela recién alumbrada para presentarla
en Intempestivos, esa hermosa librería colgada del acueducto. El otro día
escuchaba a Manuel Rivas hablar de la literatura y de la vida como de círculos
concéntricos. Sin duda, este viaje mío cierra uno de estos círculos de mi vida,
el de aquel chaval que llegó a Segovia en busca de su futuro y regresa ahora,
veinte años después, sin saber a ciencia cierta si lo llegó a encontrar, si
continúa buscando. En todo caso, un viaje de novela. La cosa promete.
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