Anticipación de "Patria"

Fernando Aramburu

Voy a escribir sobre un libro que no he leído, todavía. En realidad, esto no es nuevo para mí. El otro día lo hablaba con un amigo, otro Fernando (y ya somos tres para un texto tan breve); se trata del placer de la anticipación. Un placer refinado y al alcance de todos. Saber disfrutarlo como es debido ya es otra cuestión. Fernando, mi amigo, y yo hemos llegado incluso al extremo de regocijarnos por anticipado de la propia anticipación que habría de esperarnos antes de un viaje, o de una cena, o de una tarde de cervezas. También pasa con algunos libros. Vas a la librería, te colocas con el olor del papel y la tinta, y ya estás disfrutando de esa novela que todavía no has leído pero con la que planeas pasar un intenso fin de semana. Con Patria (Tusquets, 2016), de Fernando Aramburu, he tenido esa sensación desde el principio, y como buen anticipador, y con tantos libros por leer, comprenderán que me haya tomado mi tiempo. No obstante, he leído Los peces de la amargura (Tusquets 2006), un libro de relatos maravilloso que, pues sí, anticipa los temas que Aramburu desarrollará en Patria diez años después. Y por si esto no fuera suficiente anticipación, el miércoles pasado acudí al salón de actos de la UNED de A Coruña para presenciar la charla que Xavier Seoane y Javier Pintor mantuvieron con el escritor ante la expectación de cientos de lectores que sobrepasaron con creces el aforo. Aramburu se mostró como el tipo sosegado y reflexivo que uno ya intuía detrás de su escritura. Habló del País Vasco, pero sobre todo de literatura, de su amor por el oficio, por las palabras, por las historias que la vida pone a su alcance y que él escucha y anota y transforma en relatos de ficción. Aramburu advierte, con razón, que las novelas, en realidad, se construyen y toman vida en la mente del lector y, por lo tanto, nadie lee nunca la misma novela. Cada uno de nosotros aportamos a la narración nuestro bagaje vital, nuestra forma particular de interpretar las palabras del escritor. Lo que es indudable es que, muchas veces, la hondura de la ficción es capaz de transmitirnos aspectos de la realidad que no alcanzaríamos a apreciar de otro modo. Fernando Aramburu consigue eso, empaparnos de realidad, de una cotidianidad que enseguida se nos antoja absolutamente familiar. ¡Esto lo conozco! ¡Esto ya lo he vivido! Como un déjà vu, pura anticipación. No se lo pierdan. 

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