El ocio, el verano, la vida
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Fernando Savater |
Escribe Fernando Savater un maravilloso artículo en El País (En defensa de la vida ociosa) a
propósito de las vacaciones, la ética del trabajo y la mala prensa que en la actualidad
tiene eso que hemos dado en llamar tiempo libre, el ocio, digamos, en estado
puro, al margen del negocio de tantas actividades programadas con el único
objetivo de llenar ese tiempo a cualquier precio. Y es que el desprestigio del
ocio por el ocio es tal, que en vacaciones, muchas veces, llegamos a estar más
atareados que en la rutina diaria de nuestras jornadas laborales.
En esta época triste de escasez no solo de puestos de trabajo,
sino de empleos capaces de proporcionar por igual sustento y dignidad para unos
trabajadores que apenas consiguen llegar a fin de mes, puede que haya a quien
le parezca frívolo invocar el espíritu de El
derecho a la pereza, de Paul Lafargue… y, no obstante, me parece a mí todo
lo contrario, es decir, de lo más oportuno. Pues, como bien explica Savater,
estar ocioso no significa permanecer en estado de “inacción letárgica”. Pensar
y leer, por ejemplo, son dos actividades de lo más nutritivas para nuestras
mentes y exigen gran cantidad de ese tiempo libre tan escaso y tan mal visto. Y
a poco que reflexionásemos sobre ello bien podríamos especular sobre los
oscuros intereses que oculta este desprestigio, esta febril idolatría al
trabajo como finalidad exclusiva de nuestras fugaces vidas. Porque pensar es
filosofar; leer es aprender, disfrutar (otra experiencia sospechosa si no viene
provista de algún tipo de transacción económica previa, un ocio que
obligatoriamente ha de significar diversión y compra-venta, “cuanto más inculta
es la gente, más dinero necesita para rellenar el tiempo libre”, afirma nuestro
filósofo); y ambas (filosofía y lectura), como bien sabemos, se encuentran en
plena crisis, una crisis humanística que, quizá avergonzados, llevamos
demasiado tiempo ocultándonos a nosotros mismos con la excusa de la economía,
nuestra razón de ser, por fin el único y verdadero sentido de la vida.
Cada vez se hace más necesario ralentizar nuestras vidas,
pararnos a echar un vistazo al paisaje, a rumiar tranquilamente la hierba del
tiempo que el azar nos ha concedido; recuperar cierta perspectiva. “Hay
personas que trabajan mucho porque realmente no tienen nada que hacer: el
trabajo les da la excusa perfecta para perder el tiempo y asegurar muy dignos
que no cuentan ni con un momento libre para leer, jugar con sus hijos…”,
escribe Savater. A estas alturas, ya deberíamos saber que el trabajo no nos
hace libres… Disfruten del verano.
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