Verano en Europa


Verano. Los bañistas otean inquietos el horizonte desde la orilla. La aparición de un solo cadáver puede echar a perder un estupendo día de playa, y el mar está lleno de plástico y de muertos. Tal vez acaben delimitando las zonas de baño según las rutas de fuga conocidas de quienes huyen de la guerra y la miseria y las alambradas de Europa para encontrar la muerte fría y oscura del Mediterráneo. “Prohibido el baño. Fuertes corrientes de refugiados”.
El Reino Unido dice adiós a Europa con el objetivo de preservar su amenazada singularidad isleña por los siglos de los siglos. En España, sin embargo, por más europeos que nos sintamos, somos incapaces de desprendernos de nuestras pequeñas idiosincrasias: la corrupción, la evasión fiscal, la monarquía, los toros, la Conferencia Episcopal… y el Partido Popular, que viene a ser un batiburrillo de todo lo anterior. En fin, también tenemos el fútbol, pero eso es otro cantar. En fútbol estamos a la vanguardia de Europa. A ver, los científicos españoles han de buscarse la vida fuera del país o trabajar de camareros (que es un oficio muy español, sobre todo en verano, que es cuando más tapas patrimonio de la humanidad y cañitas frescas demandan los turistas extranjeros), además, según el INE, el 28,6% de los españoles está en riesgo de pobreza y exclusión social y el 14,2% de quienes tienen un trabajo vive por debajo del umbral de la pobreza. Para rematar todo esto, y por hablar un poco de cultura, según el CIS, un 40% de nuestros compatriotas no ha leído un solo libro en el último año (lo que genera una feroz competencia entre escritores y científicos por alguno de esos puestos de trabajo que ofertan cada verano en miles de bares y chiringuitos playeros y que tanto ayudan a maquillar las cifras de paro del siguiente trimestre). Sin embargo, de futbolistas vamos sobrados. La filosofía, la literatura, las humanidades en general… ¿de qué podrían servirles a nuestros millonarios hijos futbolistas del futuro?
La imagen de Europa este verano es también la de las batallas campales en Francia. Cientos de descerebrados peleándose en nombre de sus selecciones, entre ellos once españoles expulsados del país por agresiones, robo y exhibición de simbología nazi. Me gusta ver fútbol, pero a menudo todo lo que rodea a este deporte (incluido el exorbitado dinero que maneja) me produce vergüenza ajena, igual que esta Europa insolidaria donde nadie parece querer mirar más allá de su propio y nacional ombligo.

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