La lección de literatura
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Fotografía: Lupe de la Vallina (Jot Down) |
Paseo estos días por la ciudad, de pronto luminosa, agarrado a La lección de anatomía (Anagrama, 2014),
de Marta Sanz, y a través de los recuerdos que la narradora (la propia
escritora) va diseccionando de su biografía y exponiendo a mis codiciosos ojos
de lector, tengo la impresión de que, de alguna manera, soy yo quien recupero y
destripo y analizo mi propia vida, quien me expongo, desnudo, a una meticulosa
autopsia vital a manos del perspicaz y literario bisturí de Sanz.
La memoria de las ciudades que ella habitó se convierte en la de
las ciudades que fueron y son importantes para mí, la semblanza de sus antiguas
compañeras de clase, de sus experiencias en el viejo mundo del colegio, sus
relaciones, sus miedos, sus traiciones y sus afanes me devuelven directamente a
mi infancia en una suerte de visita guiada que, hasta ahora, no había tenido el
valor de realizar por mí mismo. Y es que a veces necesitas a alguien que te
empuje, que te incite o te acompañe a según qué viajes.
Voy con el libro a todas partes, me hace compañía mientras hago
cola para entrar a un concierto, mientras espero a alguien o hago tiempo en una
cafetería. Siento su peso en el bolsillo de la chaqueta mientras camino y
observo con ojos ahora más escrutadores, más entrenados, las calles de esta
ciudad en la que crecí y en cuya transformación se encuentran también las
señales de mi propio cambio, de todo lo que se fue quedando atrás y de lo que
todavía permanece como puntadas que hilvanan mi vida a través del tiempo.
La buena literatura tiene estas cosas, la escritura más
intimista derrocha universalidad. Las palabras desbordan el contexto narrativo
y crean toda clase de mundos paralelos.
El acierto fundamental de Marta Sanz en este libro es su
generosidad, que sumada a su extraordinario talento, a su agudeza e
inteligencia como narradora, y a un sutil manejo de la ironía, hacen de La lección de anatomía una lección
magistral de literatura. Sanz no duda en exponerse a sus propias manipulaciones.
Su escritura es un bisturí con el que rasga su propia piel y abre su carne para
mostrarnos lo que hay en su interior. Y hay mucho que aprender, al fin y al
cabo, todos tenemos los mismos órganos ahí adentro.
Paseo por la ciudad de la mano de mi libro de Marta Sanz y esta
luz renacida de junio me parece alumbrar, tan literariamente, impresiones y
recuerdos que llevaban largo tiempo ocultos bajo la piel gris del invierno.
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