Libros y comisiones
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Mathias Enard |
Pongamos que entra usted en una librería y abrumado
por la variedad y los llamativos colores de las portadas de los libros que
llenan la mesa de novedades, decide pedirle consejo a la librera. Le explica un
poco sus gustos, los autores clásicos que le han acompañado siempre y nunca le
han fallado; las obras que ha leído hace poco y, para su sorpresa, tanto le han
gustado… También los rumores que han llegado últimamente a sus oídos acerca de
la vacuidad de ciertos, muy glamurosos, premios literarios, y de ciertos, muy
televisivos, autores que copan los escaparates con esas novelas a las que solo
les falta llevar, bien a la vista, aquel distintivo tan de moda hace unos años,
ingenio del márquetin más paradójico (que bien podríamos denominar
“metamárketin”), cuyo impagable reclamo era: “Anunciado en TV”.
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John Irving Foto: BLAKE FITCH |
Digamos, pues, que charla usted un buen rato con la
amable librera, quien, cargada de paciencia, y después de haber despachado con
diligencia y beatitud a un cliente que necesitaba, pongamos que un libro “para
regalar a un señor mayor de digestión difícil y mala vista que precisa algo
ligero y de clara tipografía”, toda amabilidad, decíamos, se toma la librera su
tiempo con usted para recomendarle que invierta su dinero, qué se yo, en la Poesía completa de Manuel Vilas, o en
cualquier novela de Mathias Enard (a la espera de la aparición en castellano de
Brújula, su última obra, ganadora del
Premio -este sí, todavía prestigioso, creo- Goncourt 2015). Pero a usted, como
a mí, le cuesta decidirse, y va y viene sobre este ejemplar o sobre aquel
consejo y hojea un poco aquí y lee unas cuantas contraportadas más allá… hasta
que al final se decide, quizá por el siempre fiable John Irving y su nueva
novela, La avenida de los misterios.
Ahora imagínese que al ir a pagar su libro, en
lugar de los 22.90 euros que cuesta, la librera quisiera cobrarle 25 (en el
mejor de los casos), por los servicios (consejos) prestados. Imagino su
indignación, y la mía, incluso la de Irving.
Pues bien, el presidente de la Asociación Española
de Banca, José María Roldán, asegura que esto es lo que empezarán a hacer los
bancos en un futuro próximo, “el cliente tendrá que acostumbrarse a pagar de
manera explícita por aquellos servicios que antes pagaba de manera menos
transparente”, dijo. Todo está montado para que nuestro dinero circule
necesariamente por los intestinos del sistema bancario. No contentos con eso,
hacen todo lo posible por cobrarnos cuando queremos retirarlo, bien con
comisiones sobre las tarjetas o al utilizar los cajeros. Pero todavía quieren
más. Solo les falta pedir un rescate cada vez que queramos hacer uso de
nuestros ahorros o de nuestra escuálida nómina, porque, en realidad, eso es lo
que parece, que tengan nuestro dinero secuestrado.
¿Y si empezásemos a guardar el dinero entre las
páginas de los libros? A mí me cabría una fortuna.
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