Silvio, los amigos, Berbiriana
Y llegó Silvio para cantarnos su poesía. Había
ganas, no se lo veía por aquí desde hacía tiempo. Y durante dos horas y media,
quienes tuvimos esa suerte, aislados del mundo, disfrutamos de la belleza de un
sonido cuidadísimo, donde la maestría de su guitarra resplandece al abrigo del
cuarteto de jazz que lo acompaña con una exquisita naturalidad, como si nunca
hubiese sido de otro modo.
En estos tiempos de prosaísmo offshore, resulta hasta conmovedor que cuatro mil personas se
reúnan en el Coliseum de A Coruña para escuchar esa voz hecha de cuerda y
metal, de carne y madera (¡sin revoltijos!), esa poesía “de sal, de arena, como
son todos los amores”.
Unos amigos vinieron desde Santurtzi. La ocasión lo
merecía, las canciones de Silvio Rodríguez forman parte de la (vieja) memoria
de nuestra amistad. Silvio, las películas de Adolfo Aristarain, la literatura,
el placer de cocinar y sentarnos a la mesa y abrir una botella de vino y luego
otra mientras hablamos de cosas pequeñas y valiosas.
El fin de semana terminó con el aniversario de la
librería Berbiriana. Nos acercamos el domingo para acompañar a las valientes
libreras y celebrar un año de buenos libros y gran actividad cultural.
Proyectos como este, tan necesarios en nuestras ciudades (salvajemente
maltratadas en los últimos años por esa ley divina de la oferta y la demanda
que las vació de contenido, de cultura y belleza, para maquillarlas luego con
franquicias, gimnasios y monstruosos centros comerciales), necesitan el apoyo y
el reconocimiento de todos. Salimos de allí felices y cargados con libros de Stefan
Zweig, Sara Mesa, Celso Castro, Nell Leyshon… que en mi caso tendrán que
esperar a que termine de leer los de Javier A. Vizoso (El secreto de la señora Higgins y otros cuentos) y Antonio Sandoval
(¿Para qué sirven las aves?) que
ahora tengo entre manos. ¡Pero qué gusto da tener una buena pila de libros
esperando!
El broche a este gran fin de semana hubiese sido
poder asistir al concierto que Jordi Savall ofreció el pasado martes, 12 de
abril, en el Palacio de la Ópera, pero no pudo ser. Y es que no se puede tener
todo, por más que haya tanta gente (nuevamente offshore) que no acabe de entenderlo. A mí me sobra, por ejemplo,
con algunos placeres sencillos, gigantes: escuchar Óleo de mujer con sombrero, tener cerca a los amigos, leer un
cuento de Cheever, una copa de vino… y escribir esto.
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