Incendios y líneas rojas
Mientras Asturias y Cantabria ardían en la realidad
prosaica del día a día, lo único que parecía importarles a nuestros políticos
electos era el fuego imaginario de Cataluña. Pero estamos acostumbrados a que
la política se centre más en la ficción que en la realidad; los discursos son
más bellos, más épicos cuando versan sobre asuntos tan elevados como la patria,
el sentimiento (de unidad) nacional o la santísima trinidad (por poner tres
ejemplos similares), que cuando deben buscar palabras que se arrastren por los
lodos de la corrupción, la desigualdad, la pobreza, el paro o el trabajo
esclavo (llamarlo “basura” empieza a parecerme un eufemismo).
Las llamadas “líneas rojas” de cada partido en las
“negociaciones” de estos días en busca de acuerdos para gobernar retratan
perfectamente la política de este país, a pesar del mayor colorido que
aparentemente tendrá el Congreso tras las pasadas elecciones: por un lado, la
facilidad de la derecha para confluir a cualquier precio y con cualquiera con
tal de perder la menor cuota de poder posible, y por otro, la incapacidad
endémica de la izquierda para organizar un frente común que ponga por delante
sus reivindicaciones históricas y deje en un segundo plano los egos y las
pequeñas idiosincrasias de cada cual.
Podemos parece tener más líneas rojas que la cara
de un sioux en un western, pero, al
fin y al cabo, nacieron con las pinturas de guerra puestas. En realidad, son su
razón de ser y las de aquel 15-M de indignación popular, aunque esto no acabe
de explicar la torpeza, a mi juicio, de haber dejado fuera de su proyecto a IU
(torpe también), lo que les hubiese proporcionado hasta catorce escaños más, o
la de anteponer el referéndum de Cataluña a otras cuestiones más urgentes e
importantes para la mayoría de los ciudadanos. Por su parte, el PSOE, al que
cada vez parece avergonzarle más el calificativo de partido de izquierdas, se
aferra también, desde el extremo opuesto, a esa misma línea roja catalana como
la excusa perfecta para evitar un pacto con Podemos, lo que, en realidad,
supondría una sacudida ideológica demasiado fuerte para los centrados estómagos
de sus barones.
Por suerte, las lluvias de los últimos días han
dado una tregua a los furibundos incendios de la cornisa cantábrica. Y, sin
embargo, las líneas rojas de Cataluña no parece que vayan a extinguirse por más
que llueva sobre mojado.
Comentarios
Publicar un comentario