Pacto entre derrotados
Hace
ya cuatro años que murió Ernesto Sabato (1911-2011), uno de los más lúcidos intelectuales
del siglo XX, no solo por su capacidad de análisis de la sociedad y de los
diferentes períodos históricos de los que fue testigo en su larga vida, también
por su compromiso con la defensa de los valores democráticos y los derechos
humanos y, por supuesto, por su talento narrativo. Su prosa es cercana,
luminosa y, no obstante, sembrada de angustiosas y turbias metáforas
conspirativas, afectada
de una crónica y sagaz desesperanza;
nutrida de un localismo meticuloso y, a la vez, portadora de una universalidad
incontestable, formal y transgresora, realista y simbólica… una escritura, por
lo tanto, tan bella y contradictoria como la misma vida que trata de reflejar.
Una
de sus últimas obras, Antes del fin (Seix
Barral, 1999), un libro de memorias liviano, en lo anecdótico, y, sin embargo,
de una extraordinaria profundidad y sinceridad moral (“Un testamento espiritual”,
como lo anunciaba su editorial), creo que resume ejemplarmente su pensamiento,
su forma de mirar y entender el mundo y al ser humano. En esta época de
decadencia, uno relee a Sabato en busca de una señal, ¿una esperanza? Al menos
algunas palabras sabias, certeras reflexiones que nos orienten o,
sencillamente, nos acompañen durante la travesía. Una de las primeras
consideraciones que nos vuelven a la cabeza, porque estaba allí, aunque a
menudo el presente cambiante y voraz nos lleve a olvidarla, a soslayarla, tan
ocupados como estamos en nuestras propias miserias, es que esta crisis que
vivimos nosotros ahora no es algo nuevo, que cada generación ha sufrido su
propia crisis y que, quizá, se trate de un estado inherente a la historia de la
humanidad. Que este desplome, esta estafa económica que nos acucia hoy, es la
consecuencia de una gran crisis moral, la que ha convertido al ser humano en un
peón del progreso y del crecimiento a cualquier precio. “La caída del hombre en
una realidad donde la burocracia y el poder han tomado el espacio de la
metafísica y de los Dioses… Tantos valores liquidados por el dinero y ahora el
mundo, que a todo se entregó para crecer económicamente, no puede albergar a la
humanidad”.
Me
quedo con un último consejo del gran Sabato, un “pacto entre derrotados”: “La
vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla... No cabe pensar que los gobiernos se van a
ocupar. Los gobiernos han olvidado que su fin es promover el bien común”.
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