El trabajo y la felicidad
Leo
Walden, de Thoreau, y me maravillo
ante la extraordinaria vigencia de sus palabras del siglo XIX, de su discurso
en defensa de la sencillez de la vida frente a los complejos convencionalismos
impuestos por la, entonces incipiente, sociedad de mercado. Esa concepción de
la vida que, más de siglo y medio después, hemos llevado al extremo,
confirmando los peores augurios de quienes ya entonces alertaban de los
peligros del capitalismo, de la trampa que supone reducir la existencia a un
mero valor productivo, donde el individuo acaba atrapado en la paradoja de
verse obligado a emplear todo su tiempo (su vida) en trabajar, con el único fin
de poder satisfacer sus múltiples y artificiales necesidades de consumo. Para
Thoreau, el tiempo es el verdadero valor de las cosas, no el dinero. El tiempo
para uno mismo, para disfrutar de la vida y buscar la felicidad, como diríamos
con la jerga de nuestros días, de una forma sostenible. “La idea de dedicar la
mejor parte de la vida a trabajar y ganar dinero, y disfrutar sólo más tarde de
una dudosa libertad durante la peor parte de la misma, me recuerda a la
historia de aquel inglés que se fue a la India a hacer fortuna para volver
después y llevar una vida de poeta. Debería haberse subido directamente a la
buhardilla”.
En
estos tiempos en los que, para tanta gente, tener un empleo ni siquiera es
garantía de una digna supervivencia, las reflexiones de Thoreau cobran si cabe
mayor relevancia, porque hemos llegado a un punto en el que esa sana intención
de ganarse uno la vida, como se suele decir, o la excusa más frívola de nuestra
mentalidad consumista, ya no justifican (si es que alguna vez tuvieron
justificación) las largas y arduas jornadas laborales que devoran el tiempo (la
vida) de millones de personas. Thoreau entiende la sumisión al trabajo como una
forma de esclavitud (el trabajo basura que hoy pretenden vendernos -a granel ¡pero
sin populismos! en tiempo de promesas electorales- con ese “¡Mejor esto que
nada!”, sin duda lo es), y su receta para recuperar la libertad consiste en un
acercamiento a la naturaleza, en la búsqueda del placer y del ocio en las cosas
sencillas de la vida y en un cambio de mentalidad respecto a la función social
del trabajo, “Según he observado, el objetivo principal de la industria de la moda
no es que la humanidad pueda vestir bien y de forma honesta, sino que las
empresas se enriquezcan cuanto sea posible”. ¿Les suena de algo?
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