La realidad obsolescente

Publicado en el diario La Opinión A Coruña (suplemento Saberes) el día 7-2-2015

A veces marea un poco la forma en que hoy recibimos las noticias, casi en tiempo real, a través de las redes sociales. El ordenador y el móvil se han convertido en una suerte de superteletipos capaces de bombardearnos con cientos de noticias por segundo las veinticuatro horas del día. Antiguamente, hace nada, solía decirse (para aguzar los sentidos del reportero incipiente) que aquello que había ocurrido el día anterior ya no era noticia. Ahora, la hora anterior puede parecer un pasado lejanísimo. Estamos permanentemente informados no solo de los disparates políticos, militares y religiosos que se producen segundo tras segundo por todo el planeta, también de los conflictos locales, de la corrupción, la estupidez y la violencia más cercanas, y, por si esto fuera poco, en una esfera, digamos, personal, vivimos al corriente de los sucesos más insignificantes de la vida de nuestros amigos, familiares y personajes más o menos públicos que hemos conectado asimismo a nuestros teletipos en un ejercicio de autoafirmación o de masoquismo. De esta forma, casi simultáneamente, vemos a un hombre arder en una jaula, ejecutado por un grupo de terroristas religiosos, un avión estrellándose sobre una autovía en Taiwán, los resultados de las encuestas del CIS, la foto de un gin-tonic que está a punto de beberse un amigo, los datos del aumento insostenible del paro, el colapso de los servicios de urgencias de los hospitales, la celebración mensual de una misa en honor al alzamiento nacional en la cripta del monumento a los caídos de Pamplona, el segundo gin-tonic, ahora con el platillo de cacahuetes, los diez años de cárcel y mil latigazos a los que ha sido condenado en Arabia Saudí un bloguero por plantear “la necesidad de un estado laico”, el selfie y el belfie (autorretrato con el culo como protagonista) de alguna presentadora de televisión, las averías educativas del ministro, las fotos en la Moncloa del bipartidismo, un nuevo desahucio… Uno no sabe dónde detenerse. Da la sensación de que la verdadera noticia es la profusión de información. Empezamos a ver la vida solo a través de las noticias que nos ofrecen de ella, convirtiendo la realidad en una sucesión de titulares, sin tiempo apenas para la reflexión, olvidándonos de todo al mismo ritmo inútil con el que nos lo van contando. Todo pasa y nada queda. Los discos duros están llenos de datos que nadie es capaz de retener. Es la obsolescencia programada de los acontecimientos (una herramienta muy conveniente para el marketing político). Todo ocurrió ayer, hace demasiado tiempo.

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