PALABRA POR PALABRA. La sombra del tiempo
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Antonio Muñoz Molina (Foto:Sofía Moro) |
Empiezo
el año nuevo tal y como acabé el viejo, enfrascado en la lectura de Como la sombra que se va, de Antonio
Muñoz Molina, y es como ingresar en un futuro amable, tan reconocible en sus
palabras hechas de memoria y de paciencia y amor por la literatura; paisajes,
seres, objetos, sensaciones envueltos en un poderoso aliento literario,
filtrados a través de una mirada sosegada y humanista donde el detalle y la
precisión sensorial se entremezclan, con sencilla y limpia maestría, con la
rica elucubración de la imaginación. Cada nuevo año en el calendario es una
fecha con tintes más apocalípticos, de una estética de ciencia-ficción para
quienes nacimos y nos hicimos adultos en el pasado siglo XX. 2015 es para mí,
todavía hoy, un año frío de un futuro lejanísimo. Parece que uno no acabará de
acostumbrarse nunca al paso implacable del tiempo; el presente se
nos escapa enseguida, tan resbaladizo como un pez, el futuro nunca acaba de
llegar y es el pasado el que parece ensancharse cada vez más a nuestras
espaldas, llevándonos a pensar, a veces, que nuestra vida es sobre todo eso, un
vasto territorio de pasado. Antonio Muñoz Molina en Como la sombra que se va consigue, por medio de la literatura,
atrapar el presente del escritor que escribe y toma notas para su novela, la
que ahora yo tengo entre las manos, gracias a la memoria del joven escritor que
fue en 1987, cuando viajó unos días a Lisboa para empaparse de la ciudad que
protagonizaría su novela El invierno en
Lisboa y cuyas consecuencias no tiene pudor en contar en un ejercicio de
honestidad no exento de remordimiento. Toda la novela es un juego de
resonancias vitales y literarias tanto para el propio autor como para sus
lectores, para quienes hemos crecido a golpe de sus novelas, quienes empezamos
a amar la literatura con sus primeras obras y hemos aprendido a mirar la realidad
en buena medida a través de sus palabras, de sus ficciones, de sus artículos y
ensayos, de su fervor por el aprendizaje y sus reflexiones tranquilas e
inteligentes de hombre ilustrado.
Seguir
los pasos en fuga del asesino de Martin Luther King por Lisboa es solo una
excusa, el impulso necesario para empezar a escribir y alimentar la imaginación
novelesca. Pero la novela es mucho más; es Lisboa, la memoria, es un escritor
buscándose a sí mismo, el propio acto de la escritura, es el miedo, el amor, la
vida.
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