PALABRA POR PALABRA. De cine
Después
de la pequeña decepción que me supuso Magia
a la luz de la luna, la última película de Woody Allen, he de reconocer que
me sorprendió gratamente la francesa Dios
mío, ¿pero qué te hemos hecho?, de Philippe de Chauveron, film del que
esperaba muy poco y que, sin embargo, ha acabado salvando mis días de cine estas
navidades. Es sabido que la cartelera, tanto en verano como en estas fechas de
excesos familiares y compras disparatadas, suele ofrecer un perfil bastante
anodino o de un empalago sentimental muy poco recomendable teniendo en cuenta
los ocho euros con veinte céntimos que cuesta cada entrada y la doble inflación
que sufren últimamente las siempre apetecibles palomitas de maíz. Como diría el
propio Allen, en estos tiempos, si no quieres estar mal de liquidez o que tus
acciones bajen, tener cash flow, no
ser líquido o que algo no flote… lo mejor que te puede pasar si vas al cine es,
por supuesto, acertar con la película, que ningún suegro, primo o cuñada se
ofrezca a acompañarte y desarrollar o fingir algún tipo de alergia a los cereales.
Magia a la luz de la luna es una comedia descafeinada en la que ni el guion ni los actores ayudan lo más mínimo a que en la sala se vislumbre algo de la magia que el director ha derrochado a lo largo y ancho de su filmografía. Se deja ver, cómo no, pero el nivel está tan alto que parece un producto light, una película de Woody Allen baja en Woody Allen o directamente 0,0.
Magia a la luz de la luna es una comedia descafeinada en la que ni el guion ni los actores ayudan lo más mínimo a que en la sala se vislumbre algo de la magia que el director ha derrochado a lo largo y ancho de su filmografía. Se deja ver, cómo no, pero el nivel está tan alto que parece un producto light, una película de Woody Allen baja en Woody Allen o directamente 0,0.
Por
el contrario, Dios mío, ¿pero qué te
hemos hecho?, cuya propuesta humorística sobre conflictos raciales y
religiosos, en principio, podría parecernos manida y a buen seguro
autocomplaciente, y cuyo elenco parece sacado de una agencia de modelos más que
de una escuela de interpretación, es una comedia ligera pero efectiva, amable
pero inteligente, que se ve con una sonrisa permanente y un buen puñado de
carcajadas. Cuando se encienden las luces, la sensación de haber pasado un rato
estupendo es innegable, te has olvidado de tus alergias y hasta te alegras de
haber invitado a tu cuñado aunque las cosas no floten como deberían. Creo
que el cine francés siempre ha estado varios pasos por delante del nuestro.
Nuestros políticos y cineastas deberían tomarlo de una vez por todas como
modelo a seguir. Es el ejemplo más próximo que tenemos de que se puede hacer
buen cine y conectar con el público, de que todavía hay cine para rato.
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