PALABRA POR PALABRA. El pasado


Desde hace muchos años, quizá toda la vida, no dejo de oír a nuestros gobernantes quejarse del pasado. Todos los errores, los robos, los abusos, los crímenes... toda la incompetencia, la malversación, la usura… todas las mentiras electorales, el onanismo megalómano, la orgía incesante de corrupción… toda esta podredumbre que respiramos hoy, en el presente, y que venimos respirando desde hace tantos años, quizá toda la vida, es para ellos (tanto para esta derecha turbia y mafiosa de ahora, como para aquella izquierda ligera de ideología de antes) un problema del pasado.
Los periódicos no dejan de informarnos acerca de asuntos del pasado. La actualidad más “rabiosa”, que quizá hace algunos años, antes de la revolución de las redes sociales y la prensa digital, poseía cierta textura, la solidez de una mañana tibia de domingo con olor a tinta, incluso de los días lentos, y posteriores, de la semana laboral, donde se masticaba aún en las tertulias radiofónicas o en pequeños conciliábulos en bares o junto a la máquina de café de la oficina… no alcanza hoy en día mucho más allá de lo que tarda un puñado de tuits en convertirse en “tendencia” y desparecer minutos después en el océano inabarcable de información de internet. El presente es cada vez más efímero. Apenas tenemos tiempo para saborearlo y mucho menos para demorarnos en reflexiones profundas sobre hechos y circunstancias que vienen y van, que nos sacuden y agitan la realidad durante unos instantes y enseguida quedan enterrados bajo una nueva oleada informativa.
Nuestros gobernantes, o quizá sus asesores mercadotécnicos (toda esa maquinaria de asesoramiento que hay detrás de los políticos, cuyo fin es el de perpetuarlos en el poder a pesar de sus acciones, ideas y convicciones), han sabido adaptarse a esta nueva dimensión temporal hasta el punto de querer convencernos de que toda la mierda que nos estamos comiendo estos días con las noticias es cosa del pasado. Rajoy y sus adláteres no dejan de repetirnos que buscarán fórmulas para que “en el futuro” no vuelvan a darse casos de corrupción como los que “hubo en el pasado”, refiriéndose en pasado incluso a la reciente “Operación Púnica”. Resulta paradójico que quienes nos gobiernan hayan dejado de ser nuestros contemporáneos para instalarse definitivamente en el pasado sepia de sus delitos o en el futuro ilusorio de sus amables intenciones.

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