PALABRA POR PALABRA. Invasión extraterrestre


José Luis Sampedro (1917-2013)
Cuenta José Luis Sampedro que se considera un emigrante, un emigrante en el tiempo, cuenta que proviene de otro planeta, de una España y una época que ya no existen. “Estoy aquí de polizón”, dice. Cuenta que viene de otro mundo, de un lugar muy muy lejano, del país que fue España durante la II República, “Y no digo esto porque sea republicano, que lo soy”. Dice Sampedro que allí, en su mundo, hasta tal punto era todo distinto que “si un ministro metía la pata, dimitía”. Y dice que ahora esto no ocurre porque se ha perdido el sentido de la dignidad, “Cuando no se tiene sentido de la dignidad, uno no se siente culpable. Es incapaz de reconocer que ha hecho lo que no debe hacer”. Cuenta también que en aquel país, en la escuela, entre asignaturas tan nutritivas como Agricultura, había una, “que para mí quisiera en los tiempos que corren”, llamada: Deberes éticos, cívicos y rudimentos de derecho. Todo esto, entre otras muchas cosas, cuenta José Luis Sampedro en Escribir es vivir (Mondadori, 2005), donde Olga Lucas transcribe las lecciones sobre “El autor y su obra”  que el escritor impartió en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, en el verano de 2003.
Ha llovido desde entonces, tanto que el propio Sampedro ha muerto, ahora definitivamente ajeno a este mundo nuestro, huérfanos nosotros de su sabiduría, de esa lucidez sencilla que iluminaba sus palabras. Una luz que, por supuesto, permanece en sus libros, en esa voz que cada día me parece más imprescindible y que la magia de la literatura consigue preservar en una suerte de presente intemporal. Ha llovido, y el tiempo se empeña en alejarnos cada vez más de aquel país de Sampedro. Los acontecimientos de estos últimos días, el escándalo de las tarjetas de Caja Madrid y la insolente incompetencia de la ministra Mato y del impúdico consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid en el caso del ébola, me llevan al convencimiento de que, efectivamente, vivimos en otro planeta, en otra galaxia. Un lugar donde la dignidad no es que se haya perdido, es que se la han cargado y han tirado su cadáver por el retrete, un lugar que parece no tener remedio, que solo podría salvarse con una invasión extraterrestre; emigrantes del tiempo, como Sampedro, que vengan a impartir viejas lecciones de dignidad, de bondad, de honradez… sencillos deberes éticos y cívicos.    

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