PALABRA POR PALABRA. Aleaciones


Juan José Millás (Foto: Noa Galán)
Mientras el país se engalana con banderas rojigualdas, no se sabe bien si por la escenificación del medievo monárquico o por la exaltación patriótica que produce ver a once millonarios llevarse la mano al pecho al ritmo del chunta, chunta, tanchunta, antes de un partido de fútbol; mientras continúa la penosa campaña de desprestigio contra Podemos y algunos de sus representantes por parte del núcleo duro de la prensa tradicional y de los partidos a los que representan; mientras banqueros y eso que llaman grandes fortunas se refocilan en la cresta de esa ola buena que ha arrasado tanto y a tantos, al tiempo que nos conminan a seguir aguantando la respiración ahí debajo; es decir, mientras la realidad insiste en reírse de nosotros a toda costa… por un momento, el martes pasado, durante la charla que Juan José Millás ofreció en el centro Ágora de A Coruña, fuimos nosotros quienes, por medio de una pirueta literaria, tuvimos la oportunidad de reírnos a gusto de la realidad, dejándonos llevar por la genial y lúcida locura de un escritor que, a través de sus novelas y artículos periodísticos, nos ha enseñado que lo mejor que uno puede hacer con la realidad es desconfiar de ella, o, al menos, buscar un armario o un callejón, quizá un momento de fiebre alta, para mirarla con otros ojos y descubrir sus múltiples versiones alternativas.
Millás venía a hablar de su última novela, La mujer loca, pero lo que finalmente consiguió fue llevarnos a todos al terreno de sus ficciones, transportarnos a uno de sus cuentos, convertirnos en materia de su imaginación. Con Millás nada es lo que parece a simple vista. Él es el autor, pero también el personaje. Sus obsesiones más reales son puramente imaginarias y, a menudo, su imaginación se desborda a partir del hecho más familiar o cotidiano. Como él mismo explicaba, en sus novelas, la realidad y la ficción se funden en una aleación que las vuelve indistinguibles, una aleación literaria de altísima calidad.
Así pues, mientras desde eso que llaman las más altas esferas insisten en imponernos una única realidad, los lectores de Millás sabemos que la vida es pura imaginación; que Podemos es “un éxito gramatical: primera persona del plural del presente de indicativo del verbo poder y también, primera del plural del presente de subjuntivo del verbo podar”, y que el patriotismo vociferante, seguramente, se cure con orfidal.

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