PALABRA POR PALABRA. La corrupción es un pañuelo
David Lodge |
El mundo es un pañuelo es el título de una desternillante novela
del escritor británico David Lodge. Una aguda parodia del mundo universitario y
cultural, donde los profesores, lejos de las aulas, se han convertido en
auténticos profesionales de los congresos académicos. Los mismos expertos e
intelectuales se encuentran una y otra vez en seminarios y conferencias de
medio mundo. Coinciden en hoteles, aeropuertos, restaurantes… viven inmersos en
una burbuja intelectual que actúa como una hilarante metáfora de esa vida
corriente, “real”, de la que parecen ajenos, dedicados a tiempo completo al
cultivo de sus egos y a asuntos de una trascendencia ficticia. En esa suerte de
microcosmos internacional se suceden envidias, hipocresías, traiciones y todo
tipo de inquinas que infantilizan sus eruditos propósitos y dejan al
descubierto sus verdaderas y mundanas motivaciones.
Ahora que se acercan
unas nuevas elecciones, a pesar de la frialdad y lejanía con que se abordan
siempre los asuntos europeos, y los políticos vuelven al primer plano mediático
derrochando ese entusiasmo democrático de anuncio de blanqueador dental, no
puedo evitar advertir lo poco que hubiese variado el tema de fondo y la trama
de la novela de Lodge, si en lugar de aquellos doctos e ingenuos universitarios,
la hubiese protagonizado el núcleo duro de nuestra fauna política. El asunto es
grave, desde luego, pero, sin duda, el humor, como el whisky, rebaja la
intensidad de nuestra angustia y consigue distanciarnos lo suficiente de
nuestros problemas como para seguir afrontándolos, al menos, un día más.
Si no
fuera tan triste, si no hubiera tanta gente hundida, si sus actos no tuvieran
tan graves consecuencias en nuestras vidas, podríamos bebernos ese whisky, o
mejor, fumarnos un porro bien cargado y morirnos de risa viéndoles ir y venir,
del mitin al restaurante, del avión al hotel de lujo, del carril bus a su casa
a empellones con la policía (ahora como en una novela de Tom Sharpe). Se nos
saltarían las lágrimas viéndoles acusarse unos a otros de sus mismas miserias,
recoger subrepticiamente sus sobresueldos mientras nos exigen sacrificios y
austeridad, hablar de patriotismo taurino mientras rellenan sus cuentas en
paraísos fiscales, mientras recortan los derechos de los ciudadanos y
convierten el país en un sucio pañuelo lleno de corrupción. ¡Ríanse! Pero en
serio.
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