PALABRA POR PALABRA. Vergüenza
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Francisco Javier Díez (cuartopodervídeos) |
Me proponía escribir
sobre la caradura del actual presidente de la CEOE (su predecesor está en la
cárcel), que pide menos leyes para los empresarios porque, muchas veces,
resulta todo tan complejo que acaban pagando con dinero negro a sus empleados,
absolutamente convencidos de estar haciendo lo correcto, lo que marca la ley. Y
tiene razón el hombre, porque si hubiese menos leyes, no tendrían que
pasárselas continuamente por el forro y darían mejor imagen. Pretendía emplear
cierta ligera ironía en el tono, reflejar la osada catadura moral del personaje
y lo que representa sin llegar a ponerme estupendo, pero, a decir verdad, me
dio vergüenza.
Me proponía escribir
sobre el desprecio de quienes gobiernan este país hacia todos aquellos que no
les votaron. Su arrogancia, sus modales de taberna, o de puticlub, su falta de
sensibilidad e inteligencia, su particular visión de lo que supone la vida en
democracia. Pretendía poner algunos ejemplos de esta forma de gobernar a base
de ocurrencias, con esa gris chulería de otros tiempos. Quería tratar con
hilaridad las declaraciones demenciales del ministro del Interior secundando la
última simpleza de la alcaldesa de Madrid: habilitar un recinto para
manifestaciones y vaciar las calles de engorrosas protestas. Mi intención era
tomarme a broma esta iniciativa comentando, quizá, que de habérsele ocurrido,
por ejemplo, a aquel Fraga Iribarne ministro de Información y Turismo, al
propio Franco le hubiese parecido una idea demasiado reaccionaria. Pero, por
alguna razón, me dio vergüenza.
Me proponía escribir
sobre la violencia policial. El celo punitivo con el que, de un tiempo a esta
parte, los agentes del orden se emplean en las manifestaciones, aporreando a
periodistas, abuelas y encapuchados con la misma saña. Quería señalar con
desenfado las críticas de Esperanza Aguirre a “esos señores de la OSCE (Organización
para la Seguridad y la Cooperación en Europa)” que durante la manifestación del
22M enviaron observadores para vigilar la actuación policial, “como si España
fuese una república bananera”. Pero el desdén de la presidenta del PP de Madrid,
esa soberbia rústica, primigenia, me dio vergüenza.
Me proponía,
finalmente, no tocar estos temas. Mantenerme al margen. Escribir sobre algún
libro, evocar un bello pasaje literario, ceñirme a estas páginas culturales.
Pero guardar silencio, me dio vergüenza.
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