PALABRA POR PALABRA. El peso de la vida

Publicado en el diario La Opinión A Coruña (suplemento Saberes) el día 26-4-2014

Jhumpa Lahiri
Escribir una obra literaria sublime no está al alcance de todos. Conseguirlo es, no me cabe duda, una cuestión de talento, pero concurren también, a mi modo de ver, otras circunstancias que el sutil azar dispone en torno al escritor de la manera más oportuna (y no siempre amablemente) para guiarle, a ciegas, hacia esa excelencia a menudo irrepetible. Encuentros fortuitos con personas inspiradoras, viajes, experiencias vitales, tragedias familiares, éxitos o fracasos previos… acaso el efímero atisbo de un instante de felicidad. La cuestión es que esa gran obra, de lograrla, supone un techo difícil de salvar para el autor y, quizá, una vara de medir excesivamente rigurosa para sus lectores a la hora de enjuiciar sus futuros trabajos. Reconozco que empecé a leer La hondonada, de Jhumpa Lahiri, con esta ambivalencia revoloteando alrededor de sus primeras páginas. Su obra anterior, Tierra desacostumbrada, había supuesto para mí, no sólo el descubrimiento de una autora fascinante, también el hallazgo de uno de esos libros “importantes”, títulos que brillan con luz propia en nuestra biografía lectora, a los que seguro regresaremos más adelante; mundos literarios tan potentes, tan personales, que pasan a formar parte del torrente de nuestras emociones y de nuestros recuerdos, que marcan cierta línea estética en nuestra forma de entender la vida. Deseaba que cada palabra de La hondonada me conmoviese con esa misma fuerza y leía con ansiedad, haciendo malabarismos al borde de la decepción. Pero Lahiri posee el talento de los más grandes, y a medida que uno se adentra en la vida de los hermanos Subhash y Udayan, en esa historia que abarca desde su infancia, tras la Segunda Guerra Mundial, hasta nuestros días y se mueve entre la India y los Estados Unidos con asombrosa ductilidad, comprende que ha vuelto a quedar irremediablemente atrapado en la magia de la mejor literatura. Lahiri desgrana con ese estilo suyo tan pulcro, conciso, de una sencillez portentosa, la épica muda, invisible, de nuestras vidas corrientes, el peso de la existencia. La novela contiene párrafos de una hermosura inquietante, austera, de una hondura sin dramatismos que toma su fuerza del impresionante ejercicio de contención que la autora despliega a lo largo y ancho de sus más de cuatrocientas páginas con una maestría admirable. Sublime, nuevamente.

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