PALABRA POR PALABRA. Síndrome Vila-Matas
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Enrique Vila-Matas |
Vuelve Enrique
Vila-Matas a las librerías con Kassel no
invita a la lógica (Seix Barral), novela que ya he reservado en la
estantería imaginaria de los libros que tengo pendientes en la realidad. Es
imposible leer todo lo que a uno le interesa, pero manejar una buena lista de
espera, al contrario de lo que ocurre en la Sanidad Pública, puede depararte
grandes satisfacciones. Me pasa mucho, y por alguna razón que no acierto a
desentrañar Vila-Matas es uno de los escritores asiduos a dicha lista. Y es que
debo de reconocer que siempre lo he leído con cierto retraso a pesar de que sus
libros me parecen fascinantes, entre otras cosas por sus juegos constantes
entre realidad y ficción y por tener como absoluto protagonista de su obra a la
propia literatura. Tal vez, todo se deba a que ya era algo tarde cuando leí a
Vila-Matas por primera vez, si bien, ironías de la vida, en aquella ocasión,
corría el año 2003, cogí esa (falsa) primera novela mía de Vila-Matas
directamente de una mesa de novedades. Se trataba de París no se acaba nunca y, hasta ahora, es la única obra suya que
he leído al poco de haberse publicado. Es falsa porque, en realidad, dos o tres
años antes me había comprado Bartleby y
compañía, pero, como ya habrán adivinado, todavía no la había leído. Me
gustó muchísimo y todavía hoy la considero mi novela preferida de Vila-Matas.
La obra es, aparentemente, el texto de una falsa conferencia en la que el
propio autor rememora sus años de aprendiz de escritor en París siguiendo los
pasos de Ernest Hemingway y de su libro París
era una fiesta, donde, precisamente, el autor norteamericano traza la
semblanza de sus inicios literarios en el París de los años veinte, y que, por
otra parte, es uno de mis libros más queridos de Hemingway.
Lo más curioso es
que en alguna mudanza, mi ejemplar de París
no se acaba nuca acabó perdiéndose para siempre. Así que, no hace mucho, al
tropezarme con una edición de bolsillo en una librería, sentí el impulso de
volver a leerla y, de este modo, abundar en ese síndrome mío de leer a
Vila-Matas a destiempo. Esta falsa demora de su relectura, sin embargo, no ha
hecho sino avivar el prurito de seguir leyéndolo, por lo que, en contra de todo
lo que he escrito hasta aquí, en realidad, no creo que tarde mucho en leerme Kassel no invita a la lógica. ¿Acaso tendrá
esto alguna lógica? No respondan.
Nos une, tal vez, una suerte de sortilegio, habla del silencio, unos acordes al calor de una chimenea, Mauro, por supuesto, cierta visión de la vida. Al volver de Villasuso (¿o era Villayuso?) empecé a leer París era una fiesta.
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