PALABRA POR PALABRA. Cultura solitaria
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Bohumil Hrabal (1914-1997) |
La palabra cultura
está sufriendo un desgaste muy parecido al que en su día padeció la palabra
artista hasta acabar convertida en la piltrafa enflaquecida y cutre que es hoy.
Enciendes la televisión o la radio, abres un periódico, y rebaños de artistas autoproclamados
o jaleados por otros, agreden nuestra inteligencia con gran atrevimiento y muy
poca vergüenza. Hoy en día, no hace falta mucho más que saber golpearse la
cabeza con una mano y frotarse la barriga con la otra para poder considerarse
uno artista. Tal vez, todo empezase como una broma, esa ironía ebria de quien
le llama al otro “¡artista!” mientras se tapa los oídos o huye despavorido y
muerto de risa. Pero, ya sea por ignorancia, ligereza o falta de sentido del
humor la cosa ha degenerado tanto que, al menos a mis oídos, artista se ha
convertido en una palabra que, así, de entrada, genera más desconfianza que
curiosidad.
Mi temor por la
palabra cultura tiene mucho que ver con esto; últimamente, la gente se llena
tanto la boca con ella que ha acabado vaciándola de contenido. Sin ir más
lejos, cada vez son más los “artistas” que viven del “mundo de la cultura”. Por
otro lado, periódicos, revistas o informativos de televisión han adelgazado
tanto sus secciones de Cultura que apenas cabe otra información más allá de la
mera reseña de espectáculos. Existe una confusión cada vez mayor entre cultura
y espectáculo de masas. La cultura como mero producto de consumo. Todo aquello
que no produzca ingentes cantidades de dinero, que no tenga la capacidad de convocar
a miles de personas, que no pueda ser compartido en las redes, que no genere la
ilusión de pertenencia al grupo (cualquier tipo de colectivo que pueda sentirse
identificado con ello) parece haber quedado relegado fuera de este nuevo ámbito
de la cultura. Los libros tienen mucho que perder. Escribir y leer son actos
solitarios, ávidos de soledad, podríamos decir, y mucho me temo que las
pasiones solitarias, los placeres privados, hace tiempo que dejaron de
interesarle a nadie. Leyendo Una soledad
demasiado ruidosa, de Bohumil Hrabal, reconozco en Hanta, su protagonista,
esa marginalidad de la cultura solitaria, el fin de una forma de entender el
arte, la cultura, la singularidad. Hanta decía que era culto a pesar de sí
mismo. Mañana, quizá, todo sea ignorancia a pesar de esta forma de cultura que
hoy pretenden vendernos.
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