PALABRA POR PALABRA. Concesión democrática
Décimo aniversario
del 11M, aquel atentado brutal e impensable en un país tan acostumbrado a los
atentados brutales como el nuestro. Una década, y el despropósito institucional
que siguió a toda aquella muerte se perpetúa con el espectáculo de Rouco y el funeral
de Estado en La Almudena. Se dice que una parte de los implicados, familiares y
víctimas de la masacre, personas no religiosas o con otras creencias, se avino
a celebrar conjuntamente este acto católico y estatal con el fin de no generar
nuevas tensiones y exhibir esa tan mentada “unidad de las víctimas”. Supongo
que permanecer unidos en la tragedia puede aportar consuelo, también otorga
fuerza, mayor presencia, una sola voz, estentórea, en lugar del ruido
ininteligible de miles de voces solitarias. No obstante, da la impresión de que
aquí las concesiones siempre las hacen los mismos. Y, paradójicamente, los que
siempre tienen la palabra “unidad” en la boca suelen ser quienes más obstáculos
ponen a su consecución. Recordar la actuación del gobierno del PP aquellos días
le revuelve a uno las tripas. Pero, ahora, abrir los periódicos y encontrarse
con Rouco disfrazado de arzobispo acaparando todo el protagonismo del
aniversario del atentado, no sólo produce vergüenza ajena sino que acentúa
cierto desencanto, la idea de que esta sociedad no tiene remedio. Desde la
muerte de Franco, la loable intención de “unidad” entre las nuevas fuerzas
políticas democráticas y los abundantes restos del poder de la dictadura
(monarquía interpuesta por el difunto incluida), ha conllevado tal cantidad de
concesiones por la misma parte, que, más que en una democracia, parece que
vivamos en una “concesión democrática”. Un lugar donde, por ejemplo, la palabra
República es tabú para la mayoría de los políticos, donde buena parte de
nuestra historia sigue enterrada en cunetas y caminos.
¿Por qué
en el aniversario del atentado más sangriento de nuestra historia nos vemos
obligados a escuchar el sermón de un cura, en lugar de la disertación de un mandatario político (el presidente del
gobierno, por ejemplo) o de algún representante de las víctimas? Porque somos
un país unido… Eso sí, siempre y cuando permitamos que el rey pueda seguir
cazando elefantes en Bostwana, que sus familiares vivan a expensas de nuestros
impuestos y otros tejemanejes y, por supuesto, que dios los bendiga a todos.
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