PALABRA POR PALABRA. Sobre la Trinididad y el cine

Publicado en el diario La Opinión A Coruña (Suplemento Saberes) el día 15-2-2014

EL ROTO (El País, 12-2-2014)
En España nunca nos hemos tomado el cine demasiado en serio. Y no me refiero al cine hecho aquí, que también, sino al cine en general. En nuestra geografía nunca han abundado las salas de cine. Durante años, hasta el desembarco de los grandes centros comerciales, en muchas ciudades la oferta se reducía a dos o tres salas, en el mejor de los casos. Los exhibidores, dispuestos a hacer caja (y quién podría reprochárselo) apenas se arriesgaban a traer algún título que estuviera fuera del circuito comercial hollywoodiense. El cine español, europeo y no digamos ya el de cualquier otro lugar del mundo, incluido el cine independiente norteamericano, pasaba casi desapercibido fuera de las dos o tres grandes capitales del país. Por otro lado, la posterior abundancia de multicines en las grandes superficies que fueron brotando a la sombra de la burbuja inmobiliaria, no sirvió tanto para mejorar la cartelera como para duplicarla. ¡Las mismas diez películas en todos los cines al mismo tiempo! Por supuesto, no podemos echarle la culpa de todo a los exhibidores. Es su negocio y, como ahora estamos comprobando, ni siquiera con esta línea dura de cine comercial han conseguido el éxito deseado; las salas se vacían.
El cine, como la literatura o la música, es entretenimiento, pero, además, es una forma de expresión artística (el séptimo arte, dicen), y por lo tanto, un bien cultural que deberíamos cuidar, cultivar y divulgar más allá del mero rendimiento económico. Sin embargo, la deriva de nuestra sociedad parece cada vez más reñida con la cultura. Cuántas veces no habrán oído decir eso de “A mí me gusta ver una película para relajarme, no para tener que pensar”, y otras expresiones parecidas, también en relación con los libros o con cualquier otra actividad cultural. ¡No tener que pensar! Esto nos lleva al origen de todos nuestros males: la Educación. Y, seamos sinceros, ningún gobierno ha sabido, o querido, hacer el esfuerzo necesario para solucionarlo. Parche sobre parche en un sistema educativo que, en realidad, precisa de una urgente revolución humanística.
Ahora, la trinidad del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte perpetrado por el actual gobierno manifiesta un renovado desinterés en tales asuntos. El cine es tan sólo una incómoda china en la apretada cartera del señor Wert. ¡Y, oigan, el ministro no es ubicuo!

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