PALABRA POR PALABRA. Reyes y elefantes

Publicado en el diario La Opinión A Coruña (suplemento Saberes) el día 18-1-2014

El 13 de mayo de 1506, el gran artista florentino Miguel Ángel desembarca en  Constantinopla invitado por el sultán Beyazid. La intención del “Gran Turco” es la construcción de un puente majestuoso que cruce el Cuerno de Oro, una obra inmensa, monumental, que ha de ser el reflejo de su poder y de la grandeza del Imperio otomano. Este acontecimiento histórico real es el punto de partida de Habladles de batallas, de reyes y elefantes (Mondadori 2011), de Mathias Énard. La novela esboza con sutil lirismo aquellos días de Miquel Ángel en Estambul. Su admiración por la agitación y el exotismo de la ciudad, su curiosidad de artista y de artesano, su pasión por el trabajo… también la revelación de esa suerte de ebriedad que puede producir la extática contemplación de la belleza y de las confusas fronteras que separan la amistad y el amor, la lealtad y la traición, el arte, el poder y el delirio. Llevaba tiempo pendiente de este libro y, tal como esperaba, me ha gustado tanto como sus dos últimas obras, El alcohol y la nostalgia, y Calle de los ladrones. Leer a Énard es dejarse llevar por ese tono tan literario, por esa evocación nostálgica del amor y la amistad, del viaje como metáfora última de la vida. Y lo cierto es que uno se sumerge de tal modo en la belleza poética de la narrativa de Énard que, al emerger de nuevo de sus páginas, la realidad parece más áspera de lo habitual, más prosaica. Leía hace poco en la prensa que el Palau de les Arts de Valencia, diseñado por Santiago Calatrava, inaugurado en 2005 y con un coste de 400 millones de euros, precisaba urgentes reparaciones debido al desprendimiento de parte de la cubierta. El simbolismo es insultante. A uno no le queda más remedio que debatirse entre la hilaridad y la piromanía. De algún modo, hemos permitido que vulgares alcaldes y presidentes autonómicos siembren el país de obras absurdas y megalómanas, de una pomposidad de otros tiempos, de antiguos reinados y dictaduras oligofrénicas. Como el sultán Beyazid, en la España frustrada del pelotazo, hasta el último idiota consiguió hacerse con los servicios de su Miguel Ángel particular para dejar constancia de su grandeza y la de su pueblo, ciudad o autonomía a costa del erario público. Durante años, asistimos al despropósito como embelesados súbditos. Ahora, quizá nos merezcamos todo esto, este país de reyes y elefantes.

Palau de les Arts de Valencia

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