PALABRA POR PALABRA. Caemos


Se acaba el año y quizá deberíamos sentirnos aliviados. Este año desastroso, criminal, argumento de una novela apocalíptica. No obstante, todo apunta a que con él no se detendrá esta caída libre. Por supuesto, no estoy hablando de economía, esa trampa. Caemos. Contemplamos la realidad como si no fuera con nosotros. Y es que quizá ya sea demasiado tarde. Nos hemos metido tal sobredosis (de realidad) que todo nos parece una ficción permanente. Tenemos los ojos inflamados, inyectados en sangre, miramos sin ver. Caminamos como zombis, a trompicones, sorteando los cuerpos caídos, la estadística tabú de la miseria y del suicidio. Somos los drogados.
Salimos de la burbuja inmobiliaria para meternos en la burbuja de la crisis financiera y humillarnos ante los dictados de la economía, esa religión cuyos sumos sacerdotes viajan en jets privados y habitan paraísos fiscales. Bajo la amenaza inquisitorial de los mercados y las agencias de calificación asistimos impotentes, incrédulos, drogados al saqueo de nuestra democracia. La imagen de la policía plantada frente a la sede del partido que gobierna el país para efectuar un registro judicial ilustra la podredumbre del sistema.
Acabamos el año 2013 con el mayor recorte de derechos ciudadanos de nuestra breve historia democrática. ¿Cómo hemos podido permitir la infamia de que las mujeres vuelvan a perder el derecho a decidir sobre su propio cuerpo y su maternidad, sojuzgadas por esos adalides de la moral que no hace tanto se oponían también a la ley del divorcio, al matrimonio homosexual, a la libertad de expresión... a la misma democracia? En pleno delirio tecnológico de los televisores de plasma, las tablets y el HD regresamos de golpe al blanco y negro de las reválidas y de la religión en los colegios públicos, y con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana y el Proyecto de Ley de Seguridad Privada regresan asimismo la censura y la indefensión del individuo frente al sistema. Nuestros gobernantes ultraconservadores parecen dedicados exclusivamente a deshacer lo que con tanto esfuerzo se había logrado antes. Todas sus reformas han tenido como consecuencia un retroceso en los derechos fundamentales de casi todo el mundo: las mujeres, los estudiantes, los enfermos, los trabajadores, los parados, los inmigrantes…
Ahora llega el 2014 y no me parece a mí que estén las cosas como para felicitarnos. Seguimos cayendo.

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