PALABRA POR PALABRA. Aflicción


Con el país convertido en un simulacro de empresa, en una de esas corporaciones con imagen de marca y todo, con un logotipo poco atractivo pero familiar para los consumidores y un comité de dirección a la altura de las muy lamentables circunstancias, mis sentimientos respecto a este país corporativo han ido pasando de la incredulidad a la indignación, del desencanto a la náusea, de la vergüenza ajena a la aflicción definitiva. Y es que da pena pasearse por la ciudad y encontrarse cada día con más gente viviendo en la calle, mendigando, hurgando en los contenedores de basura con esa dignidad que empezamos a perder quienes asistimos al espectáculo desde el azar provisional de nuestras vidas confortables. Da pena, también, ver a los amigos sin trabajo, incluso a esos más afortunados que han tenido que marcharse fuera para poder seguir ganándose la vida. Da pena ver cómo se intentan maquillar las cifras de paro gracias a la creación de empleo “precario”, ¡menudo eufemismo! Cómo podría definirse un trabajo que no eliges sino al que no te queda más remedio que aferrarte y cuya remuneración (¡recuerden que hasta hace poco se trabajaba por dinero!) ni siquiera alcanza para cubrir los gastos básicos de la vida. De qué sirve un empleo si con él no puedes pagarte el alquiler, las facturas, la comida, la educación de tus hijos… y no hablemos ya del ocio. Eso tiene un nombre, no se engañen. Da pena ver que el número de grandes fortunas va en aumento, que las diferencias entre ricos y pobres son de una obscenidad intolerable. Da pena ver cómo grandes empresarios y políticos hozan a gusto en el fango de la corrupción más abyecta con el beneplácito de la Justicia y de los votantes. Da pena ver cómo se desmantela la Sanidad Pública para que familiares y amigos de los políticos privatizadores abran nuevas vías de negocio. Da pena ver el menosprecio por la Educación Pública, por la cultura, por la inteligencia. Da pena ver a alcaldes y ministros trampeando para convertir la capital del país en la cumbre del oscurantismo con Eurovegas. Da pena que Franco, Mola, Sanjurjo… sigan en el callejero de muchas ciudades mientras se repudia a los familiares de los ciudadanos asesinados durante la dictadura. Da pena ver que aquí no lee ni dios, que la zafia televisión sigue con su reinado, que a nadie le importa.
“Marca España”, ¡lo que hay que oír!

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