PALABRA POR PALABRA. Algunos libros que esperan
![]() |
John Cheever (1912-1982) |
Llega el verano y, según dicen, el ritmo lento con el que todo parece
transcurrir durante esta estación (para quienes no se embarcan en prolijas y
angustiosas vacaciones celosamente programadas) resulta más estimulante para la
lectura que los días cortos y laboriosos del invierno. Es una forma de verlo, aunque
el frío y la lluvia neurótica que hemos padecido últimamente (al menos en este
rincón del noroeste desde el que escribo), me parecen estímulos más que
suficientes para no haber dejado de leer desde octubre hasta ayer mismo.
Pero, ciñámonos al tópico del verano colmado de lecturas, porque con
este fin llevo un tiempo reservando unos cuantos libros que estoy deseando
leer. El verano es la excusa, claro. Lo cierto es que disfruto posponiendo
estas lecturas. Es una forma de dilatar su influjo, de prestarles mayor
atención. Por un lado, mis dos últimas adquisiciones de John Cheever, al fin
reeditadas: Crónica de los Wapshot y El escándalo de los Wapshot. Sólo con
sopesarlas ya advierto el olor de humo de leña y el trasiego de whiskies y
cigarrillos, de hombres con traje y sombrero que esperan el tren de las cinco
cuarenta y ocho para ir al trabajo…![]() |
Emmanuel Carrère |
Por otro lado, Limónov, la última novela de Emmanuel Carrère. Debo reconocer en
este punto que también había reservado con idéntica intención su obra anterior,
De vidas ajenas, pero una flaqueza de
última hora me llevó a hojear las primeras páginas y ya no fue posible seguir
esperando. Carrère se ha convertido en uno de los autores contemporáneos más
audaces y originales. Por los temas que suele abordar en sus obras: la
identidad, el azar, la fragilidad, la belleza y la monstruosidad que habitan en
lo humano… podríamos apreciar en su narrativa cierto paralelismo europeo con
Paul Auster, sin embargo, es mucho más. En su forma de abordar la escritura hay
cierto estilo del “nuevo periodismo”, y en las tres novelas suyas que he leído,
el propio Carrère es narrador y personaje, no siempre secundario, de sus historias,
donde lo narrado se ajusta siempre a experiencias, investigaciones y
reflexiones reales del autor. Leer El
adversario fue una especie de puñetazo literario que prolongué con Una novela rusa, sin poder imaginar lo
que vendría después, la perturbadora sacudida de De vidas ajenas. No sé dónde estará el límite de este grandísimo
escritor. El verano, y Limónov, lo
dirán, tal vez.
Comentarios
Publicar un comentario