PALABRA POR PALABRA. Restos corruptos
Publicado en el diario La Opinión A Coruña (suplemento Saberes) el día 11-5-2013
Jordi Soler |
¿Se han preguntado
alguna vez quién sería esa lumbrera de la mercadotecnia que tuvo la ocurrencia
de acuñar la desagradable y generalizada expresión “marca España”? Seguramente se
tratase de algún publicista sobreexcitado después de haber pergeñado el eslogan
de campaña del PP o del PSOE, quizá el de ambos. Aunque, bien mirado, sólo un
político podría tener el cuajo de decir algo tan impropio de un político; deshumanizar
de esa forma a los ciudadanos que representa, reducir un país a una marca
comercial, estimulando con ello la lubricidad financiera de esos altos
ejecutivos que juegan a los mercados desde la aséptica altura de sus
rascacielos.
No deja de tener
gracia (poca) que, desde que dicha expresión empezase, hace ya algunos años, a
ponerse de moda y rodar de boca en boca, de un medio de comunicación a otro,
del encargado municipal menos ilustre a la mismísima familia real (¿recuerdan
al rey cazando elefantes “marca España” en Botsuana o, más recientemente, a la
princesa Letizia luciendo “marca España” con la diadema que tuvo a bien
regalarle a su suegra el dictador Francisco Franco?), la imagen de nuestro país
haya ido deteriorándose hasta quedar hecha una piltrafa; sí, una mierda, quiero
decir. La semana pasada, sin ir más lejos, el diario The New York Times llevó la “marca España” a su portada para hablar
de la corrupción. Pero aquí parece que no pase nada, o que, como le ocurre al
protagonista de la última novela de Jordi Soler, Restos humanos, vivamos tan alejados de la realidad que ni siquiera
seamos capaces de ver lo que tenemos delante de nuestras narices. Soler, con
gran tino literario, se acerca al tema de la corrupción desde la perspectiva
del esperpento de Valle-Inclán. No cabe duda de que lo grotesco es la cualidad
que mejor define los tiempos que vivimos, la desfachatez de una amplia mayoría
de nuestros gobernantes, la codicia de quienes mariposean siempre alrededor de
los círculos de poder. La trama rocambolesca del tráfico de órganos humanos,
con la que fantasea Jordi Soler en su obra, es una buena metáfora de la falta
de escrúpulos de quienes trafican con los intereses de la ciudadanía, con los
votos de un electorado que ni siquiera puede calmar su ansiedad a la manera del
santo protagonista de Restos humanos:
mordisqueando, de cuando en cuando, los dedos incorruptos de un pie que guarda en
el congelador de su casa.
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