Publicado en el diario "La Opinión A Coruña" (suplemento Saberes) el día 23-3-2013
|
Antonio Muñoz Molina (Foto: Sal Emergui) |
El pasado febrero
Antonio Muñoz Molina viajaba a Israel para recibir el Premio Jerusalén de
Literatura en medio de cierto alboroto mediático. Además de grupos
propalestinos y diversos anónimos, algunos intelectuales, de prestigio
internacional, como suele decirse, solicitaron públicamente al escritor que
renunciase al premio y cancelase su viaje, porque “aceptar un premio financiado
por las autoridades israelíes… equivale a renunciar a comprometerse con la lucha
contra las violaciones del derecho internacional, los crímenes de guerra y el
sistema de Apartheid israelíes…”. Muñoz Molina escribió una aclaración en su
página web donde, en líneas generales, venía a decir que, a pesar de estar en
desacuerdo con las políticas represivas hacia Palestina por parte del gobierno
de Israel, no veía en qué medida afectaba eso a su agradecimiento por el
premio, ya que, algo obvio que muchas veces parece que se nos escapa, el
gobierno de un país no es la gente de un país, no son todos sus ciudadanos, y
que son muchos los israelíes que están en contra de esas políticas tomadas por
su gobierno. “Resulta ultrajante la reducción de todo un país a unos cuantos
lugares comunes, a los términos excluyentes de lo uno o lo otro”, “Mucha gente,
en ese país, milita en defensa de esos mismos derechos, y critica con rigor y
coraje los abusos que se cometen en los territorios ocupados…” Y es que parece
mentira que todavía haya quien necesite este tipo de explicaciones, que la idea
de pétrea uniformidad nacional, sueño místico de cualquier sicópata autoritario
(véanse Franco, Hitler, Stalin…), es una quimera espeluznante y una forma de
reducir y simplificar la verdadera complejidad del mundo que habitamos, las
relaciones humanas y la libertad individual.
|
Aznar y Bush en una reunión del G8 en 2002 |
Ahora que se cumplen
diez años de la invasión de Irak, de una guerra instigada, con chulería de puro
en boca y pies sobre la mesa, desde nuestro gobierno, me pregunto si los
ciudadanos de esta España bélica nos hubiésemos merecido también un boicot
generalizado, que, por ejemplo, Claudio Magris hubiese decidido rechazar el
Príncipe de Asturias de las Letras, en 2004, como protesta a nuestra política
asesina en Irak. Recuerdo multitudinarias manifestaciones en contra de esa
guerra, de un gobierno que nos representaba a todos como país, pero a casi
nadie o a muy pocos como ciudadanos, como individuos. Triste aniversario.
Comentarios
Publicar un comentario