PALABRA POR PALABRA. Todo pasa y nada queda
Publicado en el diario "La Opinión A Coruña" (Suplemento Saberes) el día 15-12-2012
Hoy en día, la vida parece haber perdido vitalidad,
la realidad se nos antoja cada vez menos realista y la verdad no tiene ya la
menor verosimilitud. Es como toda esa fruta insípida, como el café sin cafeína,
como la vejez sin arrugas. Son todas esas novelas fabricadas en cadenas de
montaje, los medios de comunicación convertidos en soportes propagandísticos,
los partidos políticos organizados como las bandas mafiosas de las películas. Es
este presente que lejos de parecerse al futuro soñado en los tiempos de la
transición, vuelve a oler a caldo de gallina (sin gallina) y a anisete; donde
el frío de intemperie en las colas de los comedores sociales ha pasado del
blanco y negro de la España franquista al color digital de la pantalla Retina
del iPad. Es la religión regresando a nuestro “nuevo” sistema educativo (y eso
que nunca se había ido) con todo el medievalismo de sus creencias, ritos y
doctrinas. Son todos esos padres que no soportaban la idea de ver a sus hijos estudiando
en colegios públicos y que ahora tendrán la oportunidad (el derecho. Porque
para ciertas personas todo es un derecho menos los derechos de los demás), de
llevarlos con los curas para que reciban una educación como dios manda pero
subvencionada por todo dios.
Y todo sucede a una velocidad de vértigo. Las
nuevas tecnologías nos acribillan con tantas ráfagas de información que, paradójicamente,
cada vez resulta más difícil estar bien informado. Las noticias se han
convertido en un aditivo instantáneo de la realidad, se disuelven en ella como
el azúcar en el descafeinado, y una vez que revuelves la pantalla táctil de tu
dispositivo todo se confunde y ya no se sabe si es cierto que están
privatizando la Sanidad o si es mentira que hayan bajado las pensiones, si han
recortado en Educación o si se han aprobado los presupuestos más “sociales” de
la democracia. Ayer, por ejemplo, Díaz Ferrán (expresidente de la CEOE), decía que los españoles deberían trabajar más
y cobrar menos, y hoy está detenido por ladrón y trampero. Es el arte de decir
la verdad mintiendo, de gobernar para todos favoreciendo sólo a unos pocos. Es
el vacío moral de quienes más se empeñan en aleccionarnos. Es esta vida sin
sustancia que percibimos a través de las pantallas; sin olor, sin sabor y sin
textura. Una vida falsa, en la que todo pasa, en la que nada queda.
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