PALABRA POR PALABRA. La tristeza
Publicado en el diario "La Opinión A Coruña" (Suplemento Saberes) el día 22-12-2012
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Ignacio Martínez de Pisón |
Al acabar de leer El día de mañana, de Ignacio Martínez de Pisón, a uno le queda
cierto poso de tristeza, una sensación amarga, a pesar de haber pasado unas
horas estupendas disfrutando de la prosa sosegada y clara del autor, de una novela
construida como un puzle admirable con las diversas historias, las múltiples
voces que conviven en la narración. Porque El
día de mañana es una novela compuesta por varias novelas, es la historia de
la vida de un personaje entretejida a través de las vidas de otros muchos. Pero,
sobre todo, es una fabulosa máquina del tiempo capaz de transportarnos al
pasado reciente de la España del final del franquismo y los años de la
transición sin el menor temblor narrativo, sin alardes pirotécnicos, sin trucos
caros de ilusionista y sin rastro de esa afectación intelectual que otros
suelen emplear al hablar o escribir sobre esa época.
La tristeza que me ha dejado su lectura tiene que
ver con esa España empobrecida por tantos años de dictadura y que tan bien
refleja Martínez de Pisón al describir la vida cotidiana de sus personajes, sus
cándidas aspiraciones, su modelo social, su maldad a la vez ingenua y brutal.
Eran tiempos de cambio pero, en realidad, nada cambiaría demasiado hasta la
muerte del dictador. Quienes vivieron como adultos aquella época, seguramente
no compartan en absoluto esta sensación mía y, por el contrario, recuerden unos
años quizá audaces, peligrosos, turbulentos, de una intensidad política hoy en
día extinguida, años más carismáticos, de grandes gestos, de avances sociales
impensables hasta entonces, años también trágicos pero no tristes, porque se
vivía con la esperanza de alcanzar un nuevo modelo de sociedad, no más justo,
sino justo, no más libre, sino libre. Quienes vivieron el amanecer de la
democracia después de casi cuarenta años entre tinieblas, quizá deberían sentir
tristeza ahora al observar el retroceso en que estamos inmersos, esta vuelta
atrás propiciada por unos pocos, casi sin esfuerzo, sin el tremendo esfuerzo
que supuso avanzar hasta donde nos encontrábamos.
Cuando algún escritor futuro relate estos años
convulsos de crisis financiera, de dictadura de los mercados, de corrupción, de
retroceso social, moral y cultural que estamos viviendo, tal vez su lectura
deje a sus contemporáneos ese mismo poso de tristeza, cierta amargura. Y
nosotros no tendremos nada que objetar.
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