PALABRA POR PALABRA. Decadencias

Publicado en el diario "La opinión A Coruña" (Suplemento saberes) el día 20-10-2012

Stefan Zweig (1881-1942)
Me gusta mucho Stefan Zweig, su escritura sobria y elegante, sus historias de una Europa agitada por un cambio de siglo que, por primera vez en mucho tiempo, supuso una verdadera ruptura entre el ritmo sosegado, todavía de antigüedad, del XIX y la convulsión tecnológica y social, la sangrienta modernidad del XX. Su obra más impresionante es, sin duda, su autobiografía El mundo de ayer (Memorias de un europeo), un libro que no es tanto la historia de una vida como el retrato de una época desquiciante, donde toda una generación, representada en torno a la paz y la solidez cultural de una Viena cosmopolita, centro intelectual europeo de finales del XIX, asiste incrédula a la destrucción salvaje de ese mundo culto, inteligente y pacífico, que creía inquebrantable, a través del infierno sucesivo de dos guerras mundiales nutridas de brutalidad y fanatismo. Zweig nos cuenta como de un día para otro una vida construida sobre la base del progreso, la libertad y la cultura, puede desmoronarse con la fragilidad del cristal expuesto al embrutecimiento de las piedras.  Nos enseña que la decadencia de lo conocido, del mundo que habitamos, muchas veces puede resultar inapreciable para sus contemporáneos, nosotros hoy, y que lo que más sólidamente creemos como fundamento de nuestra civilización y de nuestra humanidad puede ser conculcado mañana mismo; que lo que somos, con todos los derechos y privilegios que nos ofrece nuestra moderna democracia, está verdaderamente sustentado sobre unos azarosos cimientos que no podemos dejar de proteger ni fortalecer en ningún momento. De ahí que me parezcan de lo más pertinentes las voces que, desde posiciones de cierta relevancia social y mediática (por su mayor repercusión), por ejemplo la Audiencia Nacional, se atreven a señalar ciertos rasgos de una decadencia que no podemos obviar. La decadencia de la política, que hace poco puso por escrito el juez Pedraz pero que la ciudadanía ya había denunciado hace tiempo, constituye quizá una de las más claras muestras de esa erosión estructural de una sociedad, porque funciona como su reflejo y porque acarrea tantas otras decadencias que estamos sufriendo en esta época de retrocesos; la decadencia de la Cultura, de la Educación y la Sanidad públicas, de la libertad de expresión… de unos gobernantes (no solo en Madrid) con modos y maneras de otros tiempos, más oscuros.

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