PALABRA POR PALABRA. Adónde vamos

Publicado en el diario "La Opinión A Coruña" el día 30-6-2012

En España, las generaciones que crecimos y fuimos educadas en esta democracia que tan sólida nos ha parecido siempre, tan razonablemente moderna y, sobre todo, tan inmune a los accesos cavernícolas que con frecuencia sufrían otras democracias menos agraciadas (éramos unos críos cuando Tejero actuó de bombero torero en el Congreso); nosotros, digo, los ciudadanos que sin comerlo ni beberlo hemos tenido la suerte de no haber conocido otra forma de gobierno que la civil y tan civilizada voluntad popular, eso sí, enmarcada dentro de una Constitución capaz de impedir posibles excesos e iniquidades por parte de la mayoría de turno; nosotros, decía, que tuvimos la oportunidad de hacernos adultos lejos del embrutecimiento de la vida cuartelaria, de la insensatez de las armas y la majadería de la ortodoxia religiosa; sí, nosotros (y ya rozamos los cuarenta, los más veteranos), a lo largo de nuestros años formativos nunca tuvimos verdadera conciencia del tenebroso pasado reciente de este país en el que tan oportunamente vimos la luz. Muchos de nuestros mayores, de nuestros políticos y de nuestros profesores callaban, quizá por vergüenza, quizá por sentido práctico, y nos ha costado libros y libros (de Gabriel Jackson y Paul Preston, de André Malraux y George Orwell, de Rafael Chirbes y Antonio Muñoz Molina y tantos otros escritores… cada uno tendrá los suyos) reparar ese vacío académico y cultural en que nos sumió tanto silencio. Recuerdo que en mis libros de Historia del colegio Franco aparecía (igual que hoy en día en el Diccionario Biográfico Español) como una especie de Cid Campeador reconquistador de la fe y el orden…
Por lo tanto, sin saber muy bien de dónde venimos, y teniendo en cuenta la complejidad filosófica y socio-económica que supone saber a ciencia cierta quiénes somos en los tiempos que corren, solo nos queda mirar al futuro y preguntarnos hacia dónde vamos. Adónde va esta democracia cuya soberanía ya no reside en el pueblo sino en los poderes económicos. ¿Debemos guardar silencio, como antes hicieron con nosotros, y ocultar bajo la alfombra toda esta bola de mierda financiera que hemos generado o al menos hemos permitido que otros generen delante de nuestras narices? ¿Adónde ha de llevarnos esta sumisión patológica al dinero, esta dictadura de los mercados que acatamos impávidos, toda esta sodomía bancaria? Y, por cierto: “Eurovegas No”. 

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