PALABRA POR PALABRA. Narrativas contra la indignación



George Orwell
La indignación parece el título de una novela de Milan Kundera, y lo cierto es que la levedad con la que nuestros gobernantes se toman el sentir de la ciudadanía cuando decide echarse a la calle resulta francamente insoportable. Para ellos, la pasada huelga general no tuvo la menor repercusión; y frente a las imágenes de las principales ciudades del país palpitantes de una indignación de millones de manifestantes, se les podía ver proclamando, con irritante jovialidad, el fracaso absoluto de la convocatoria. También las manifestaciones del 1 de mayo les parecieron irrelevantes, otra bravata de los sindicatos, los mismos de siempre, porque ya sabemos que la gente decente no sale a manifestarse contra un gobierno que “hace lo que tiene que hacer”, “lo que España necesita”, a pesar de los españoles, al parecer. Ahora, en este aniversario del 15-M, han hecho lo imposible por descafeinarlo a base de amenazas de contundencia policial y judicial con las que llevaban semanas tratando de disuadir a los indignados a través de esa narrativa del miedo, tan vieja como las viejas dictaduras europeas del siglo pasado. Además, la delegada del gobierno en Madrid los acusa de estar “muy ideologizados”, “con una ideología de extrema izquierda y movimientos antisistema”. Ésta es la narrativa de la mezquindad. ¿No era Goebbels quien decía que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”?
Otra de las cosas que se le echa en cara al movimiento 15-M desde las más altas esferas políticas, desde la hidalguía de los clanes empresariales y la prepotencia mafiosa y engominada de banqueros y cortesanos, es la falta de un programa, de una serie de soluciones políticas redactadas sobre papel satinado, ¿se imaginan? Sí, a semejanza de ese programa electoral que, dada la intrascendencia de su narrativa, una vez en el poder, el gobierno se ha dedicado a incumplir punto por punto.
Leyendo los Escritos (1940-1948) de George Orwell (Octaedro, 2001), me he encontrado con esta reflexión que bien podría aplicarse a todos los ámbitos de la vida, una idea que, para mí, representa y define bien esta corriente de indignación: “Mirando atrás, a mi obra, veo que, invariablemente, donde me faltó intencionalidad política, escribí libros sin vida, me traicioné en pasajes púrpura, en frases sin sentido, en adjetivos decorativos y en tonterías”. ¡Sigan indignados!

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