PALABRA POR PALABRA. Poderoso caballero
Nunca habíamos vivido tan pendientes de los asuntos
financieros. Hace algún tiempo, el grueso de las páginas de color salmón que ennoblece
el volumen de los periódicos dominicales solía constituir el primer paso del
despiece natural del cuerpo de la noticia. Esas páginas económicas (permítanme
dramatizar) acababan a menudo intactas y listas para su reciclaje, en el mejor
de los casos, o envolviendo grasientos bocadillos y otras viandas, condenadas,
finalmente, a un confuso revoloteo sobre las aceras sucias y melancólicas de
los atardeceres de domingo. Sí, lo sé, me consta que todos teníamos un primo,
un cuñado o una nuera de indómitas sensibilidades que sí parecían disfrutar con
la lectura cifrada de aquella información contenida en diagramas y planos de
coordenadas.
Por supuesto, esto no significaba que no viviéramos
pendientes de los asuntos del dinero, lo que ocurría era que nuestras
preocupaciones sobre este particular se ceñían a nuestra economía personal o
familiar. Las cosas marchaban bien, o eso nos decían, y el dinero era eso que
te prestaban los bancos y aquello otro que tanto visionario estaba dispuesto a
pagar por un erial para transformarlo en la tierra prometida de un puñado de
adosados, construidos en serie, y perfectamente alejados de cualquier rastro de
civilización. ¡Qué tiempos aquéllos!
No creo que la crisis haya disparado ahora el
número de lectores de esas páginas salmón. Sin embargo, hoy en día, la
información económica constituye la esencia misma de la información general y
política que nutre todas las páginas de los periódicos. El color no tiene ya la
menor importancia. El dinero, la economía, se ha convertido en la única razón,
en el fin de todo. Propongo que en la próxima jura de cargos, nuestros
gobernantes realicen tan solemne acto no ante el crucifijo y la biblia, como
inexplicablemente así vienen haciendo, sino ante un precioso ejemplar de billete
de 500 euros. Dentro del absurdo simbólico, éste último parece más acorde con
los tiempos que corren. Y es que, como escribe Jordi Muixí en su artículo La extrema derecha económica (EL País
14-3-2012), muchos de nuestros políticos, “en nombre del crecimiento ilimitado,
dieron su apoyo incondicional a la economía especulativa desprestigiando la
propia política y olvidando qué tipo de sociedad y qué tipo de progreso estaban
potenciando”. Es don Dinero.
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