PALABRA POR PALABRA. Recesiones
Si George Orwell, en su novela 1984, planteaba una sociedad oprimida, a la manera de los regímenes
totalitarios tan del gusto de la época (años cuarenta), y controlada de forma
exhaustiva y extenuante por la figura del Gran Hermano (imagen que personifica a
esos difusos y lejanos núcleos de poder que, verdaderamente, hacen y deshacen,
pinchan y cortan), hoy en día, en este futuro nuestro de fecha igualmente
fabulosa, 2012, no me cabe la menor duda de que el Gran Hermano que dirige,
estrecha y vigila nuestras vidas lo componen los tan mentados y ubicuos
“mercados”, esos “inversores” sin rostro ni nacionalidad, verdaderos apátridas
que han hecho del mundo entero su casa, ¡qué hogareños!
Estamos en un momento de recesión, pero desde
luego, no parece que ésta vaya a ser exclusivamente económica. Los servicios
públicos están permanentemente en entredicho. Y es que la sanidad y la
educación públicas parecen representar el mayor de los males de nuestra
sociedad, al fin y al cabo ¿qué beneficios económicos aportan al Gran Mercado?
Los cortesanos de este nuevo panorama económico y social, políticos y
empresarios iluminados por la doctrina del “Inversor que todo lo ve”, no se
quedarán contentos hasta que pacientes, estudiantes y ciudadanos en general
pasen a ser denominados, en nuestra simplificada y particular “neolengua”, como
clientes. Por otro lado, ¿no les parece propia de ese “Ministerio de la
Verdad”, donde trabaja el protagonista de 1984
(falsificando hechos históricos, incluso el pasado más reciente, a voluntad de
los intereses del Poder), toda esta puesta en escena del procesamiento al juez
Baltasar Garzón? Resulta que ahora los corruptos son las víctimas, y los
damnificados por los crímenes del franquismo no son los muertos que yacen en
las cunetas y sus familiares, un país entero que tuvo que sufrir el crimen de
cuarenta años de dictadura, sino la banda de nostálgicos antidemócratas que lo
ha acusado.
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