PALABRA POR PALABRA. Chamorro, Bevilacqua y mucho más
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Lorenzo Silva |
Empecé a leer a Lorenzo Silva allá por 1997, cuando
descubrí su nombre y el de su novela La
flaqueza del bolchevique mencionados en algún periódico o, sencillamente,
bien a la vista en los anaqueles de la librería. Quiero decir que, empecé a
leer a Lorenzo Silva cuando supe que existía un Lorenzo Silva. Antes, a pesar
de haber publicado dos novelas en pequeñas editoriales, nunca me había
tropezado con su nombre en los periódicos ni con ningún ejemplar de sus libros
expuesto en las librerías, ni tan siquiera escondido bajo las pilas de otras
novedades más llamativas. Aquel año se hizo la luz para Lorenzo Silva y para
sus futuros lectores al haber quedado finalista del Premio Nadal. Y fue una
suerte para él y para nosotros, pero hace pensar en cuántos otros autores
habremos dejado de leer durante todos estos años por la suerte o el capricho del
jurado literario de turno. A mí, que estudié Publicidad (sí… aunque no se lo
crean, es posible estudiar Publicidad; cinco años, nada menos), ya me habían advertido
que un producto no existe de verdad hasta que alguien lo publicita.
Desde entonces Lorenzo Silva ha publicado decenas
de libros entre novelas, relatos, ensayos, libros de viajes, literatura juvenil
e infantil… de todo. Sin duda, se trata de un escritor inquieto y prolífico. En
el año 2000, esta vez sí, su novela El
alquimista impaciente fue la ganadora del Nadal y lanzó al estrellato
literario a su pareja de investigadores de la Guardia Civil: el sargento
Bevilacqua y la guardia Chamorro, que ya habían debutado en la escena del
crimen, dos años antes, en El lejano país
de los estanques. A pesar de haber disfrutado mucho siguiendo las intrigas de
tan perspicaces y cercanos detectives, para mí, el mejor Lorenzo Silva
novelista se encuentra en obras donde no aparecen sus ya célebres personajes.
Además de La flaqueza del bolchevique, destacaría Carta Blanca (Premio Primavera 2004) y mi preferida: El nombre de los nuestros, una narración
descarnada, y con un pulso literario extraordinario, acerca de la realidad de
unos hombres atrapados en la guerra del Rif a causa de la política de ocupación
colonial española en 1921.
Ahora, acaba de publicar Niños feroces, en donde vuelve a indagar en la tragedia de las
guerras, esta vez, en la mayor de sus miserias: todos esos jóvenes que son
sacrificados en ellas.
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