PALABRA POR PALABRA. Una larga espera
Adolfo Aristarain |
Ya han pasado siete años desde el último estreno
cinematográfico de Adolfo Aristarain, Roma.
No es la primera vez que el realizador argentino se toma su tiempo para madurar
una historia o, sencillamente, dar con un nuevo proyecto capaz de inquietarle o
entusiasmarle lo suficiente como para poner en marcha toda esa maquinaria, ese
despliegue técnico y humano, el esfuerzo físico, mental y, casi siempre,
económico que entraña hacer buen cine (por ejemplo, desde que en 1986 rodase The Stranger, hubo que esperar hasta
1992 para ver la magnífica Un lugar en el
mundo). No obstante, como gran admirador de sus películas, uno echa de
menos esas historias de un intimismo cercano, nada rebuscado, sus personajes
entrañables, inteligentes y lúcidos a la vez que contradictorios, egoístas… tan
mortales como nosotros, los espectadores. Aristarain siempre me ha parecido un
cineasta que hace buena literatura. Además de las referencias literarias que
podemos encontrar en películas como Martín
(Hache), Lugares comunes y Roma, el ritmo narrativo o la
profundidad de las interpretaciones de sus actores (cuyos silencios y miradas,
su mera presencia ante la cámara, nos aportan la más rica información acerca de
su personalidad, sus miedos o frustraciones) parecen concebidos desde la pausa
artesanal de la palabra escrita más que desde la velocidad y el impacto de lo
visual. Grandes actores han hecho algunas de sus mejores interpretaciones bajo
su dirección: Federico Luppi, Juan Diego Boto, Mercedes Sampietro, Cecilia
Roth, José Sacristán…
![]() |
"Un lugar en el mundo" (1992) |
El de Aristarain es un cine reposado, donde la
mayor fuerza y belleza reside en las escenas más cotidianas: cenas con amigos,
una charla en un bar, esos momentos de soledad placentera en los que el
protagonista se toma una copa y lee un libro, escucha música o trabaja, tal vez
en una novela o en un guión. Sus diálogos son dignos de Hemingway, de
Steinbeck, de sus admirados Dashiell Hammet o Raymond Chandler, y centran toda
la acción de la película, los momentos cruciales.
Por suerte, tengo unos amigos en Santurtzi tan
adictos como yo a su cine y aprovechamos cada ocasión en que nos juntamos para
ver de nuevo sus películas. Y mientras tanto Sergio Casado acaba de publicar Adolfo Aristarain (JC), una monografía
sobre el director que, tal vez, haga más llevadera esta espera larga y ya impaciente.
Comentarios
Publicar un comentario