PALABRA POR PALABRA. ¿Lecturas de verano?


Suele ser habitual en estas fechas de escasos contenidos informativos que periódicos, revistas y todo tipo de programas de televisión y radio elaboren inquietantes listados de libros “para leer en verano”.  Seguramente, algunos escritores encontrarán vagamente sospechoso ver sus nombres o sus obras incluidos en esta suerte de recomendaciones basadas… qué se yo: ¿en los pronósticos meteorológicos, en la comodidad de un equipaje ligero, en la certidumbre de que el calor y la piel morena agudizan nuestra sensibilidad narrativa…? No obstante, me imagino que a la mayoría les traerá sin cuidado dónde o cómo aparezcan citados con tal de que se acuerden de ellos. Al fin y al cabo, se trata de vender libros.
Uno nunca sabe si las “lecturas de verano” lo son por sus refrescantes contenidos (novelas policíacas, eróticas, de terror), por su simpleza narrativa (en la consideración de que si tu cuerpo está de vacaciones, también tu mente ha de tostarse al sol de lo irrelevante. Aquí me abstengo de sugerir géneros, mucho menos títulos o autores), o, por el contrario, quienes se esmeran en elaborar tales guías, confían en que el tiempo libre nos permita poner toda nuestra atención en obras de una profundidad en la que seríamos incapaces de sumergirnos en cualquier otra época del año, atosigados por el trabajo, la universidad o el colegio, las compras en los grandes centros comerciales, los niños, la televisión… Lo cierto es que resulta difícil adivinar cuál es la intención última de estas listas. Y es que si tomásemos como ejemplo la lógica de este tipo de clasificaciones referidas al mundo de la música, ese concepto perturbador de “la canción del verano”, la realidad literaria estival se antojaría desoladora.
Supongo que las mejores lecturas son las que decide uno mismo o las que el azar acierta a poner en nuestras manos, da igual el tiempo o la estación. Sin duda, los días ociosos, alejados de las rutinas laborales o domésticas, son ideales para dedicar a la lectura. Puedo recordar unas vacaciones sin sol (me gustan los veranos del norte), sin grandes excesos (algunos llevamos toda la vida en crisis), incluso sin salir de casa… pero no sin un libro, sedentario o viajero, a mi lado. Lean lo que más les llene. Disfruten del verano.
“Una de las misiones de la gran literatura: despertar al hombre que viaja hacia el patíbulo”. Ernesto Sabato.

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