PALABRA POR PALABRA. París es una fiesta

La última película de Woody Allen, Midnight in Paris, es toda una fiesta parisina, un homenaje al París de hoy, de ayer y de siempre. Todas las ya familiares e inteligentes obsesiones creativas de este genial director aparecen concentradas en esta bella historia poblada, cómo no, de escritores y maridos indecisos, de enigmáticas y veleidosas mujeres y de una ciudad evocada bajo un aura de romanticismo que nos seduce desde la primera imagen; en realidad, desde esos primeros tres minutos en los que París pasa ante nuestros ojos mecida por la cadencia fabulosa de Si tu vois ma mére, de Sidney Bechet. Este París de Woody Allen me trajo, inevitablemente, a la memoria el París era una fiesta (Seix Barral, 1964 y 2001), de Ernest Hemingway, donde el escritor recuerda sus años de juventud en la capital francesa durante la década de 1920. “Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue”, escribió Hemingway. Más allá del humor y la caricatura admirable con los que Woody Allen refleja aquella época de bohemia irrepetible, la película es también una suerte de homenaje al París de la “generación perdida” y de toda esa conjunción de talentos artísticos que hizo de la ciudad vanguardia.
Pero no es mi intención desvelar aquí (si es que no lo he hecho ya) el argumento de Midnight in Paris, así que hablemos del París de Hemingway, de ese libro memorable que es casi un diario íntimo por el que, además de las calles y los cafés parisinos, de las reuniones literarias y los excesos alcohólicos, desfilan por sus páginas ilustres personalidades literarias y artísticas como Francis Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, Ezra Pound, Pablo Picasso… y entre un revuelo de originales, todavía inéditos, de obras como El gran Gatsby o Fiesta, el autor de Por quién doblan las campanas relata sus años de  formación como escritor, revelándonos sus inseguridades y sus certezas en el proceso creativo, su forma de entender la literatura y la vida.
De Ernest Hemingway, como de Woody Allen, he conocido a entusiastas admiradores y a enconados detractores (a veces, tanto o más de su figura pública que de su obra). Yo pertenezco al primer grupo, y creo que ambos fueron, son y serán una auténtica fiesta de la literatura y el cine.

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