PALABRA POR PALABRA. Días de un diario inesperado


Antonio Muñoz Molina (fotografía: Danilo De Marco)
Se da de forma muy excepcional, pero, a veces, uno tiene la suerte de encontrarse con un libro inesperado. Un libro del que no tenías la menor noticia a pesar de haberlo escrito un autor al que admiras profundamente, de quien creías poseer cada una de sus obras, conocer ciertos detalles de su trayectoria, de esa escritura que te atrapó hace ya muchos años y con la que mantienes una suerte de vínculo sentimental, el que uno otorga a los recuerdos asociados a ciertas lecturas; todos esos libros que te han acompañado a lo largo de las diversas etapas de tu vida. Esos que te llegaron tan hondo y, de alguna manera, te ayudaron a modelar tu relación con el mundo y con la literatura.
Hace algún tiempo, por una casualidad que he olvidado, quizá la lectura de algún artículo literario o de una entrevista publicada años atrás pero conservada intacta y actual para mi curiosidad gracias a la magia de Internet, tropecé con el título de un libro de Antonio Muñoz Molina del que nunca había oído hablar: Días de diario. Revisé mi biblioteca, las solapas de sus últimos libros, en donde es costumbre hacer referencia a los libros publicados con anterioridad por el autor. Nada. Incluso en la librería, quisieron persuadirme de que tal libro sólo existía en mi imaginación… hasta que apareció en su base de datos y una semana más tarde lo tuve en mi poder.
Se trata de una edición limitada de la colección Únicos, de Seix Barral. Un librito de apenas sesenta páginas en las que el escritor recoge breves anotaciones de su día a día mientras escribe una novela (El viento de la luna) y hace su vida entre Madrid y Nueva York, de julio a noviembre de 2005. Es una voz cercana, casi familiar para quien tanto lo ha leído, que evoca la felicidad contenida en los pequeños detalles, una cena con amigos, sus paseos por la ciudad, sus lecturas… también el poder de la literatura, el placer y la incertidumbre que rodean al hecho de la escritura. Y cómo, poco a poco, va sacando adelante esa novela que tiene entre manos, que en ocasiones se le resiste y otras veces, parece volar sobre sus propias palabras: “Vida plena de literatura. Terminé ayer el capítulo cuarto, que es sobre todo una larga conversación familiar. Hoy vuelve el miedo, aunque tengo borradores adelantados, puntos de fuga que será valioso explorar”. Literatura inesperada.

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