FICCIONES. Ficción política


La propaganda electoral, la publicidad política, o como quieran llamarlo, nunca ha estado dotada de una especial sensibilidad narrativa, su sintaxis es sospechosa y su vocabulario pobre; ni siquiera posee esa capacidad persuasiva que se le supone, a pesar del gasto público y el trastorno que una excesiva exposición a sus simplezas entraña para nuestra inteligencia. Y sin embargo, no cabe ninguna duda, nos encontramos ante un género de ficción, a caballo entre el guión folletinesco y el teatro del absurdo: ficción política, por así decir.
El arte de la narrativa política consiste en mantener en vilo a los receptores de su mensaje a través de la formulación, en sesión continua, de promesas a veces hilarantes, otras, ingenuas, muchas, contradictorias y casi siempre mistificadoras. Leo, estos días de excesos narrativos, un texto político en el que se dice: “Más empleo. Menos impuestos”. Por supuesto, la sonrisa del candidato firmante aparece inalterable junto a la frase. Supongo que la irresponsabilidad ha de figurar también entre sus características narrativas. Cualquier argucia gramatical es válida con tal de acercar a los partidos políticos al que parece su único ideal: ganar a cualquier precio. No consigo imaginarme cómo podríamos, no ya generar más empleo en sanidad o educación, por ejemplo (bases, aunque no lo parezca, de nuestra convivencia democrática), sino, simplemente, mantener sus actuales estructuras, si dejamos de pagar los impuestos tan necesarios para su funcionamiento. Si los ciudadanos no nos responsabilizamos, vendrán otros a poner el dinero y las condiciones para su uso y disfrute.
A pesar de la uniformidad aparente en el mensaje político, hay partidos especialmente dotados para la ficción política. Y es que, los mismos que hoy no quieren pagar esos impuestos que revierten en el bienestar social, son los que (ateniéndonos a su historial narrativo) no nos hubiesen permitido divorciarnos, abortar, casarnos con quien nos dé la gana… Todavía se empeñan en no dejarnos morir con dignidad.
El llamado Movimiento del 15-M viene a pedir un cambio en el fondo y en la forma de hacer política. Tal vez, los políticos deberían dejar de mirarse el ombligo y echar un vistazo ahí afuera. Dejar la narrativa de ficción para los novelistas y volver a la realidad.

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