FICCIONES. La eterna religión

Publicado en el diario "Galicia Hoxe" (enlace texto en gallego) el día 3-4-2011

Leo Bassi
Un juzgado de Valladolid ha admitido a trámite una querella contra el cómico Leo Bassi por delitos contra los sentimientos religiosos. Al parecer, el artista ofreció, en 2010, un espectáculo en la Universidad de dicha ciudad en el que, parodiando al papa, consagraba unos preservativos que luego repartía entre el público. “¡Blasfemo!” Han calificado el espectáculo los demandantes.
Da la sensación de que, a estas alturas históricas y sociales que nos ha tocado vivir (donde la ciencia, la tecnología y la democracia parecían habernos librado definitivamente -a unos cuantos privilegiados- del oscurantismo), cierto involucionismo mostrenco (disculpen el pleonasmo) empieza a reverdecer en nuestros frágiles Estados de derecho. “Hay un auge de la extrema derecha”, advierte Bassi. Recordemos que, en 2006, le pusieron una bomba por su representación de la sátira religiosa “La revelación”.
En tiempos de crisis, prolifera esa clase de persona obstinada en recortar a toda costa los derechos de los demás. En nuestro país, la Iglesia y la derecha más católica y recalcitrante han sido siempre un referente en protestas y manifestaciones contra los derechos de otros: contra el divorcio, contra el aborto, contra el matrimonio homosexual, contra el control de natalidad… En la actualidad, constituyen el único colectivo que, lejos de manifestarse para exigir sus derechos, acostumbra a echarse a la calle con la intención de suprimir los que otros han conseguido.
Llevamos demasiado tiempo aplazando el debate del laicismo, una sociedad a salvo de la pulsión dogmática de las religiones. Fernando Savater, que ha reflexionado, escrito y debatido a conciencia sobre este tema, nos recuerda en La vida eterna (un texto que, según el autor, nace de preguntarse “¿cómo puede ser que alguien crea de veras en Dios, en el más allá, en todo el circo de lo sobrenatural?”) que, en una sociedad laica, “las religiones pueden decretar para orientar a sus creyentes qué conductas son pecado, pero no están facultadas para establecer qué debe o no ser considerado legalmente delito”.
Pretender equiparar blasfemia con delito puede mover a risa, o devolvernos a la Edad Media. Y es que, como bien señala Savater en su libro, con una cita de Cioran, “todas las religiones son cruzadas contra el humor”.

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