FICCIONES. Libros y alergias

Se acerca el Día del Libro y las novedades llegan a las librerías con los llamativos colores de sus portadas. Según el Presidente del Gremio de Editores de Cataluña, las ventas de ese día acaparan el 5% del volumen anual, por lo que, bien pensado, no parece excesivo todo el montaje publicitario dispuesto alrededor de un solo día de primavera. Al parecer, son los lectores ocasionales quienes han hecho posible el éxito de esta fiesta, puesto que, en muchos lugares de nuestra geografía, es ya una auténtica tradición echarse, tal día, a la calle y no regresar sin un libro; bien para uno mismo o para regalárselo a tu pareja a cambio de una rosa (o de cualquier otro favor tan romántico). A quienes nos gusta comprar libros, supongo que nos da igual un día que otro. No obstante, resulta agradable salir de paseo en la mañana quizá luminosa del 23 de abril y encontrarse con ese ambiente de fiesta que siempre confieren a las aceras los puestos callejeros. Los libreros sacan sus libros a la calle y muchos escritores se dejan ver aquí y allá como reclamo caligráfico para sus lectores. Además, siempre hay algún libro bajo el brillo de los best-sellers que merece la pena rescatar; una novela cuya compra hemos ido posponiendo para mejor ocasión, o cuyo título, autor o argumento, llevan tiempo atrayéndonos de esa forma inconsciente con que nos seducen las cosas verdaderamente importantes. También están los niños, claro. Sin duda, es un día fantástico para estimular en los chavales el placer sencillo de estar entre libros, de hojear sus páginas y descubrir cómo las palabras escritas por un desconocido pueden llegar a enseñarnos aspectos tan íntimos de nosotros mismos, o, simplemente, hacernos pasar un buen rato, inmersos en el reconfortante silencio del televisor apagado.
Este año, el Día del Libro coincide con el llamado sábado santo, y los editores temen que este hecho pueda hacer disminuir las ventas; no sé si por la expectación que vaya a crearse en torno a los pasos, o por el impulso que podamos sentir algunos de escapar de las calles del centro en cuanto distingamos a lo lejos su letanía dolorosa, esa escenificación tenebrosa de la vida, con sus encapuchados que dan miedo y todo ese exhibicionismo devoto. Al fin y al cabo, es primavera… y con las alergias, ya se sabe. 

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