Ford y la literatura mayúscula
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Richard Ford |
Tenemos estos días en Oviedo a Richard Ford. El inmenso
novelista norteamericano recibe el Princesa de Asturias de las Letras. Los
premios, a estas alturas de su carrera, poco pueden aportar al prestigio de un
escritor cuya obra ocupa desde hace mucho tiempo un lugar principal en la
historia de la literatura universal. Por el contrario, su presencia en Asturias
sí que es relevante para nosotros. Nos sitúa en el mapa, en el mundo de la
cultura. España más allá del sol y del fútbol y de las tapas patrimonio de la
humanidad del señor ministro en funciones.
El año pasado, en la cuarta edición del Coruña Mayúscula, Pedro
Ramos, director de este festival literario, se sacó de la manga a todo un John
Banville que, percebes aparte, otorgó a la ciudad de una relevancia y un eco
internacional de paisaje de novela negra, al que las tardes de lluvia invernal
e incesante de por aquí tanto se prestan, igual que la imagen de un bebedor
solitario en un bar oscuro o el sonido intimista del saxo de John Coltrane.
Después de conseguir traer a Banville a esta pequeña península del noroeste, no
me parecía tan disparatado intentarlo con el mismísimo Ford. Mi tímida
naturaleza me impidió, por supuesto, si quiera sugerírselo al bueno de Ramos. Y
no tuvo demasiada importancia porque, incomprensiblemente, el festival ha
desaparecido de la programación cultural de la ciudad. Es lo que tiene la
cultura, lo difícil que es construirla (de no haber intereses urbanísticos o
inmobiliarios de por medio. Sí, me estoy refiriendo a la insoportable levedad
de la Cidade da Cultura) y lo
sencillo que es borrarla de un simple plumazo presupuestario. Nadie va a
protestar demasiado, pocas voces clamarán siquiera en el desierto, salvo la de
algún trasnochado columnista. La cultura es esa cosa tan frágil y necesaria… En
palabras del mismísimo García Lorca: “Yo ataco desde aquí violentamente a los
que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones
culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los
hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del
espíritu humano, porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de
Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social".
Mi enhorabuena y mi gratitud a Richard Ford y a Oviedo y al
jurado del Princesa de Asturias por este premio que, según el propio Ford, es
para nosotros, sus lectores.
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