"El hundimiento"
Regreso estos días a El
hundimiento (Visor), de Manuel Vilas. Necesito recuperar la épica
desgarrada de sus oraciones, “El vacío general de todas las cosas./La
ingravidez de la democracia, la ingravidez/de los parlamentos europeos,/el
laico vacío de los edificios públicos.”; la metafísica que alumbran sus geniales
imágenes de nuestra desgastada cotidianidad, “La ingravidez de las habitaciones
de los hoteles de lujo./El frío del alcoholismo, última luz del mundo”; cierta
esperanza, flaca, pero emocionada, que deja entrever para quien la precise: “Porque
nada morirá del todo en mí./Porque mi fantasma enamorado querrá/jugar como un
niño nuevo entre los muertos”. Necesito releerlo al revés, desde Daddy hasta Los nadadores nocturnos, desde Spanish
Dream, “Solo sé escribir y me estoy quedando sin palabras”, hasta 1980. Necesito picar entre sus páginas,
revolotear entre sus versos, hundirme en su título, “Un buen título para una
mala jugada de la vida”. La poesía de Vilas es un chute emocional, droga dura.
De fondo suenan míticos temas de Lou Reed y Johnny Cash; un poeta con banda
sonora. El hundimiento, mi libro de
salmos, poesía de resistencia: “Intenta santificar tu vida, hacerla alta, rara,
compleja./Asesina sin piedad a quien se atreva a juzgarte.”; “Tu vida es un
acontecimiento universal,/la única verdad desde la formación de la materia/y la
única verdad que sobrevivirá al hundimiento de la materia”. Mi mala memoria es
una ventaja a la hora de releer y volver sobre palabras y versos y estrofas que
nunca significan lo mismo, que cambian tal y como yo he cambiado desde aquella
primera lectura, no hace tanto, en 2015, ese pasado ya lejanísimo. Siempre es
un libro diferente, un libro que no se acaba nunca, como el París de Vila-Matas;
una fiesta, como el de Hemingway. Algunas veces es pura energía, un canto a la vida,
a pesar de todo, pesimismo de supervivencia; otras, una voz rota, ya de vuelta,
que me hace compañía mientras juntos mendigamos un poco de calor callejero,
ateridos de ese frío negro del universo. La poesía como un agarradero, El hundimiento como última oportunidad
para resurgir. ¿En serio puede haber gente que no lea? Gente fuerte, supongo,
tan ruda, tan hecha para la vida. “Amo, celebro, y exalto todos los
hundimientos/de todos los seres humanos que pisaron este mundo./Porque el
fracaso no existió jamás,/porque no es justo el fracaso y nadie merece
fracasar,/absolutamente nadie”.
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