Saber matar
No es nada nuevo. Sucede con demasiada frecuencia
y, quizá, tan habituados como estamos, en estos tiempos de internet, al consumo
de violencia al por mayor, ya no le prestamos la misma atención ni nos perturba
tanto como antes. Además, días, horas o segundos después de conocer algo así,
con la información, digamos, todavía sin digerir, un nuevo suceso, si cabe más
espectacular y dramático, vendrá a solapar el anterior y a apuntalar nuestra
insensibilidad (curarnos de espanto) ante la insondable estupidez y brutalidad
humanas. Me estoy refiriendo a la matanza del pasado día dos de octubre en un
campus universitario de Oregón, en EEUU. El asesino, un chaval de 26 años,
tenía en su casa trece armas de fuego compradas legalmente. ¡Es de locos!,
diría un personaje cualquiera de Woody Allen. Uno de Don DeLillo, en su novela Los nombres, dice: “En América no
sabemos matar. Es una forma de consumismo. Constituye la extensión lógica de la
fantasía consumista. Gente que dispara desde pasos elevados, atrincherados
desde sus casas. Pura imagen”. Por si estas palabras necesitasen alguna
confirmación, solo unos días después de la mencionada tragedia, un niño de 11
años abrió un armario de su casa, en el estado de Tennessee, cogió la escopeta
de su padre y, desde una ventana, disparó y mató a su vecina de 8 por una
disputa de mascotas. La locura, la estupidez, o la “pura imagen” no acaban
aquí, porque el niño ha sido acusado de asesinato en primer grado y será un
juez quien determine si será juzgado como menor (¡tiene once años!) o como
adulto.
No obstante, EEUU no está solo, ni mucho menos, en
el cultivo de esta “fantasía consumista” de la violencia. Los yihadistas del
Estado Islámico, por ejemplo, han conseguido dar otra vuelta de tuerca a la
barbarie con el uso de las nuevas tecnologías y, aplicando conjuntamente
técnicas teatrales, publicitarias y cinematográficas, pergeñar una imagen de
marca de lo más convincente.
Una de las últimas noticias que he leído respecto a
esta forma de brutalidad cultural, y disculpen el aparente oxímoron, nos llega
desde Arabia Saudí, donde próximamente decapitarán a un joven y crucificarán a
otro por haber participado, con 17 años, en las protestas de aquella, lejana
ya, “primavera árabe”.
Hay mucho más, por todas partes. Y es que,
seguramente, la violencia sea el rasgo cultural que mejor define al ser humano.
¡Qué siga el espectáculo!
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